Demarra el fabuloso campeón hacia su segunda liga y derrama su prestigio en Bilbao el pomposo aspirante. A lomos de un imperial centro del campo el Barça resolvió las pocas dudas que había dejado la eliminación copera en otra majestuosa segunda parte ante un Sevilla con coartada de efectivos. Mejor para ellos.
No puede ya cobijarse tras esa excusa el Real Madrid, que se presentó en San Mamés con Florentino dictando la alineación. Albiol, Arbeloa, Xabi, Kaká, Benzema y el fenomenal Cristiano. Los 198 millones del verano fueron de la partida, y también incapaces de responder en 88 minutos al zarpazo de los leones en los dos primeros.
Pinchó el equipo de Pellegrini en Pamplona, con el Barça sirviéndole el liderato en bandeja, y volvió a hacerlo el sábado tras la eliminación copera de su gran rival. Faltaba Kaká ante Osasuna pero estaban todos frente Gorka. Y nada.
La voracidad de Cristiano había disimulado carencias y activado la ilusión en el entorno blanco durante los primeros meses de adaptación, pero dos fallos solo frente a Valdés y Gorka han condenado a su equipo en las dos últimas derrotas blancas en Liga. Ambas con los 198 millones en el campo, con Higuaín en la enfermería y con Lass cumpliendo en el quite. A Calderón le da la risa.
Mientras, el barcelonismo celebra el campeonato de invierno, el primer título de Guardiola que no se sirve en copa. El Barça ya no es lo que era. Sarcasmos al margen, en algo sí ha cambiado la fisonomía del equipo. Ya no se solventan los partidos en los primeros minutos, los Mendilíbares se baten en retirada, las supercopas y los mundialitos cambian programaciones y las nuevas piezas deben engrasarse.
Aun así se ha supercampeonado en España y en Europa, se ha conquistado Oriente por vez primera, se ha ganado el grupo de Champions y se ha abierto brecha con el aspirante liguero. Algo tendrá este equipo cuando sigue ganando. Es el Barça de Guardiola el fiel reflejo de su inconformista técnico, que buscó soluciones a unos problemas que todavía no habían llegado. Ahora ya sí, pero han pillado prevenido al campeón.
Dieciocho partidos de liga ha disputado y en ninguno ha perdido. Con los 90 del sábado ante el Sevilla son ya 1.620 los minutos que acumula tan competitivo equipo sin encontrarse por detrás en el marcador. Pero no son los números los que miden la grandeza del campeón, sinó su respuesta ante la exigencia, el plus de mejora en los partidos de enjundia. Sean finales, semis o clásicos ligueros.
A cada trampa del contrario, a cada infortunio propio, a cada nuevo reto, ha opuesto Guardiola una solución adecuada. Su equipo ya no arrasa, ahora se conforma con seguir ganando. Unas veces Ibra, otras Pedro, casi siempre Messi. Los delanteros de este Barça están de enhorabuena. Comparten clase y calidad, pero también la dicha de jugar por delante de Iniesta y Xavi, a los que Pep ha regalado su complemento perfecto en el hijo de un ex-compañero de vestuario.
No es Busquets la única buena noticia del pasado ejercicio que se ha consolidado en el presente. El francés Abidal volvió a maravillar el sábado con un partido a la altura de los del triplete y despejó las pocas dudas que quedaban sobre la escasa conveniencia de fichar el pasado verano un titular para el flanco izquierdo.
A tenor de lo visto el sábado tampoco el centro del campo parece necesitar a nadie más. La sinfonía de los tres canteranos oxigenó a Henry y disimuló las piernas pesadas de Ibra y Messi durante el inicio y desarrollo del partido, y acabó precipitando el desenlace a la que Pedro entró para desatascar y a la que Messi se sacó de encima el molesto síndrome de Palop.