Creo que es apropiado asegurar que cualquier barcelonista de bien respiró aliviado y satisfecho tras el anuncio de Pep Guardiola sobre la certeza de su intención de continuar al mando de la nave blaugrana.
Dudo que en los más de cien años de historia del Barça alguien haya concitado la simpatía de la práctica totalidad de aficionados de forma tan unánime. Los niños lo querrían como profesor de mates; las adolescentes como aquel profe del que se enamoran locamente aunque luego se acuesten con un Bojan de la vida; las jóvenes-adultas como príncipe azul; los treintañeros como mejor amigo; los abuelos como hijo perfecto y las abuelas como yerno ideal y algunas, ¿por qué no? como pausado amante que deja una rosa roja en la almohada después del último ziga zaga.
Sin embargo, un sector de la población, los voraces juntaletras, no caen dentro de esos perfiles. Para ellos, ávidos de noticias frescas, quedarse sin carnaza es letal, por lo que se han apresurado a difundir análisis de texto y lecturas de lenguaje corporal de pa sucat amb oli (trad. de pacotilla).
Desde allí, comprensiblemente, “es un paripé”, “no hay nada firmado”; y desde aquí, de manera relativamente sorprendente, “la foto con Laporta no significa nada”, “con las palabras solo juegan los trileros, Guardiola”, nos regalan afirmaciones propias de lerdos o de malintencionados.
E ignoran cosas que le resultan obvias al observador imparcial. Una, que es evidente que Pep no se siente cómodo cerca de Laporta. Sin fobias ni ismos. Se respetan mutuamente, claro, pero donde hay admiración/envidia sana por parte de un presidente que hubiera querido ser futbolista, hay desaprobación del lado de un entrenador que no entiende como su jefe puede desactivar el cerebro con tanta facilidad. Es decir, un empleado que no comparte la dialéctica de su jefe (nada nuevo bajo el sol) ni aprueba su manera de actuar (de nuevo nada ídem). La vieja historia de siempre, el choque entre la gente de fútbol y los presidentes, ya sea Josep Lluís El Constructor, Joan El Destructor o Jan El Consumador.
Y otra, que ignoran de forma malsana. Que el tipo al que le buscan las cosquillas podría haberle dicho al presidente: “tres años, dos kilos netos y poder de decisión en los fichajes”. Y aun comprometiendo a directivas posteriores, se lo hubiesen dado.
Pero no lo hizo. Naturalmente. El “Tot per guanyar” vale para esto también.