Lo hizo (casi) todo bien el Valladolid del intrépido Mendilibar para amargarle el campeonato de invierno al Barça del renovado Guardiola. Fue a buscar al campeón desde el inicio, lo ahogó con una presión de videoteca y consiguió hasta esconderle el balón al inventor del concepto. Si acaso el casi del paréntesis fue no medir con exactitud el alcance de un aislado error en la anticipación de la marca.
Eso fue lo que ocurrió en el minuto 21, cuando todos los exquisitos azulgranas que entraron en contacto con el cómplice esférico se adelantaron unas milésimas a sus esforzados rivales. Especialmente plástico y significativo fue el taconazo de Xavi a Messi para que este abriera a la banda del incombustible Alves, que se encontró a cuatro compañeros en zona de remate al alzar la cabeza. Así se mascó uno de los goles de la temporada, firmado por uno de los jugadores del año. El fútbol sigue siendo justo con Xavi.
También lo fue anoche con Alves, a quien premió su exquisita fogosidad en el flanco derecho con un golazo a lo Goikoetxea en el denostado Lluis Sitjar. Fue el brasileño el mejor del partido, y dejó una vez más en evidencia a Henry proponiendo por la derecha todo el fútbol ofensivo del que por la izquierda volvió a adolecer el galo, que no se desperezó del todo ni tras su fabulosa chilena que precedió a la maravilla de Ibra en el gol de Messi.
Fue tal el derroche de juego y físico del lateral multitareas brasileño que casi ensombreció el despliegue de sus compañeros. Y eso que fueron unos cuantos los que se acercaron a su mejor versión. Valdés volvió a cerrar el candado, Puyol siguió tapando los agujeros de un mejorado -aunque todavía excesivamente disperso- Piqué y, una vez más los medios culés calmaron y aceleraron a su antojo.
Tan sencillo es asociarse con Xavi e Iniesta que el creciente juego del equipo casi ni nota si es Busquets, Touré o Keita quien acompaña a los dos mariscales del equipo. Ayer fue el malí quien no desentonó y mostró su versión más combinativa.
El disparatado minuto 21 y el trabajo de sus compañeros permitieron el sesteo y las intermitencias de Ibra y Messi, quienes apenas brillaron en el gol que cerraba el partido y la primera vuelta perfecta del Barça. El mejor ya no necesita a los mejores para seguir golpeando a la Liga.