En el imaginario culé más habitual, el perico se perfila como un quintacolumnista del fascio central, quizá incluso como un charnego anticatalán.
Pero no creo que, en general, el perico sea un madridista disfrazado, un trasgo que oculta su negra alma blanca bajo una piel de pluma.
En primer lugar, porque no existe ningún problema para ser directamente madridista en Catalunya, en el caso que uno lo sea. Ningún motivo para disfrazarlo y suficientes foros y antros en los que hacer gala de dicha militancia, amén de una batería amplia de fuego mediático de cobertura.
Y en segundo lugar porque, según mi experiencia personal una gran mayoría de pajaritos son, sí, catalans de socarrel.
Tampoco creo que hoy en día sea relevante apelar a la historia o a los datos de fundación del club de la ciudad satélite en relación al nuestro. Un siglo después de los hechos, a nadie le importa demasiado si la cosa fue fundada por catalanes, por extranjeros o, valga la redundacia, por españoles.
Desde mi punto de vista, habitualmente erróneo (consultar mi clasificación en la Yoyaporra) lo que hace que un ser se haga españolista es, por encima de todo, un claro sentimiento de antibarcelonismo.
¿Causado por qué? En determinados casos puede ser debido a una alergia legítima al poderoso, la animadversión al estamento dominante, rico, bienestante. En ciertos casos incluso, reforzado por un cierto componente anarcoide. Uno ha conocido personas ejemplares, libres y libertarias, pero de sorprendente adscripción plumífera en lo futbolero, a causa de su profundo sentimiento antiburgués, de rechazo político al poder establecido, que muy fácilmente puede ser encarnado en Catalunya por el Barça, si no se repara en su carácter interclasista.
Por supuesto, también se da el caso en que uno se convierte en animal de pluma por tradición familiar, o directamente por simples razones patológicas. Pero sea cual sea el origen de la enfermedad, lo que definitivamente caracteriza al perico es el hecho de ser un organismo al que, por cualquier razón, le cae muy, pero que muy gordo el Barça. El perico, fundamentalmente, vive a la contra.
El perico, en consecuencia, es un ser que no tiene una identidad propia.
Es esa la razón por la que, dada la notable incapacidad de su club para conseguir victorias propias, o aunque las consiguiera, el pájaro básicamente disfruta con las desgracias ajenas. De hecho, he detectado en el especímen de Cornellá, una aceptación estoica, incluso indiferente, de la propia derrota, incluso de sus periódicos descensos a la categoría a la que pertenecen por derecho propio. De ahí que el llamado tamudazo deba contarse como la máxima alegría de su historia.
El perico, esa anomalía biológica, está hecho para la derrota del Barça, más que para su (improbable) victoria.
Aunque quizá en eso tampoco se diferencia tanto de como, no se si decir somos, o éramos, nosotros, antes de la presente racha de gloria. No me es desconocido el culé que disfruta(ba?) más de la derrota del Madrid que de la victoria propia.
No descartemos que compartamos más de un gen con esos pajarracos, no lo descartemos. Al fin y al cabo, ambos somos catalanes.
Aunque ellos menos, por supuesto.