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Yoyalodije

El Diablo (Rojo) se viste de Milan

Qué lejos quedan ya aquellos maravillosos años. Tiempos rossoneri, cuando el Milan se paseaba por Europa con solvencia llegando temporada tras temporada a las eliminatorias finales de la Champions. Años en los que el equipo acostumbraba a jugar de pena lejos de San Siro, a ser dominado e incluso a tener la soga al cuello para rematar la faena en alguna acción aislada, casi sin merecerlo, dando argumentos a los futboladictos contrarios al juego especulativo, concepto que tan falaciosamente siempre se ha adherido al fútbol italiano. Etiqueta falsa, porque últimamente raro es el equipo (Barça y poco más) que no ha alzado la orejuda especulando con el balón. Porque Sir Alex ya no engaña a nadie. Cuando suena el himno adaptado de Händel y hay un coreano llamado Park Ji-Sung sobre la moqueta, ya se sabe, el United juega fuera de casa y lleva el mono de trabajo puesto. Así fueron los dos años anteriores (campeón y subcampeón), y así empezó ayer, en que el Milan arrolló por empuje a un ManU agazapado ante la embestida rossonera, ataque a la yugular dirigido por un Ronaldinho adelgazado para la causa, más rápido, más participativo, más descarado, que dio pinceladas de aquel Ronnie que sorprendió al mundo bajo una sonrisa eterna.
Con 1-0 y con ocasiones suficientes para hacer que el hombre del marcador buscase el 2, llegó la acción que variaría por completo el partido y, seguramente, la eliminatoria. Golpe maestro plagado de la fortuna de los campeones que hace ya demasiado tiempo abandonó la capital lombarda. El lateral zurdo Antonini cae lesionado, Fletcher se cuela por su banda, centra a media altura y Scholes, un veterano que no cuenta para aquellos que critican al geriátrico rossonero, golpea sin querer con la pierna de apoyo al balón, que se cruza perfecto para batir a Dida. Y se acabó. Porque a partir de ahí el Milan fue un quiero y no puedo, un muñeco en manos de la practicidad mancuaniana, que noqueó a su rival con las armas más viejas de los grandes vestidos de pequeños. Buen posicionamiento atrás y ganchos mortíferos a la mandíbula. Si el año pasado el maestro fue CR7, hoy la batuta en la materia la lleva Ronney, que en ocho minutos demostró ser un jugador especial en un momento de forma dulcísimo. Dos testarazos para romper el maleficio del ManU contra el Milan, que aún pudo hacer el 2-3 en una delicia de Seedorf y todavía empatar, en una acción del gran maestro en el trabajo del éxtasis bajo el cronómetro, Inzaghi. La pelota, tan bella con esos toques rossoneri entre las estrellas de los mejores, se marchó fuera. Para algunos “partido completísimo del Manchester, que demuestra todo su potencial”. Curioso, porque, como dijo ayer un compañero de partido, si llega a vestir con otra zamarra, rossonera, neroazzurra, bianconera o giallorossa, por ejemplo, el argumento habría sido: “estos italianos sólo saben ganar así”.
Fotos: EFE