A nadie escapa el paralelismo entre nuestro bajón de juego y resultados actual con el del año pasado. Tal es asín que parece cosa de brujería. El año pasado tuvimos la rachita tonta empatando contra el Betis, OL y quizá alguno más y palmando contra el Elevators Escopinyes y el Patético de Mandril. Duras fechas, durísimas, a raiz de las cuales mantuve el culo prieto a 18,000 Meganewtons de cerrazón con la consiguiente imposibilidad de evacuar hasta la gloriosa fecha del Bernabeu. Aquella misma noche parí un tanque, regresó mi sonrisa, y pude abandonar el hospital.
Me pregunto el por qué de nuestro buclear devenir. Si está planificado de antemano por fuerzas superiores, agradecería que me lo dijeran ya en Agosto: “Miren, astimats sosis: en Febrero vamos a jugar como el Omiedo y con alta probabilidad palmaremos todo lo que juguemos. Pero luego pegaremos una reviscolada que ni Reyes y lo ganaremos todo”. Creo que si está previsto debemos ser advertidos convenientemente, pues de otra manera el patitzant débil de espíritu como yo se levanta cada mañana con el ceño fruncido y cagalera desproporcionada.
Ya me lo veo venir, ya: de aquí hasta finales de Mayo, esto va a ser un puto sinvivir. Esta demostrado, como decía el librepensador Louis Aragonnaise, que las Ligas se deciden en el último tercio de campeonato. Nos ha jodido, como los ligues: si cuando la metes en el coche para llevarla al picadero le pegas un puñetazo o le robas la cartera los méritos anteriores poco importan. Lo mismo ocurre en las carreras ciclistas o en la peculiar actividad del hombre bala: si algo sale mal, normalmente es en el último tercio de la ejecución.
Pues eso, que lejos de taladrarles con un post sobre los micro-cíclos perarnáuicos de forma, la entrada de Venus en la tercera casa de Orion (Giralt), y una disquisición sobre las lesiones musculares, prefiero compartir con ustedes, tarada audiencia, mi miedo en este tercio final. Miedo que según los jovencitos inmaduros halla su orígen en mi idiosincrasia perdedora tras los traumáticos 80s, que según los psicopedagogos argentinos deriva de mis inseguridades sexuales y futbolísticas, y que según los cruyffistas redentores vendrá de mi complejo de inferioridad en general a resultas de mi micro-pene.
Sea por lo que fuere, noto ya que me siento en el sofá tenso, en posición de ganchillo, con las uñas clavadas al reposabrazos, y con un estado de concentración alarmante. Me sudan las axilas, me pican los ojos, oigo zumbidos, y me desequilibro cuando me levanto a por más pipas. Lo paso rematadamente mal, esto no es vida.