El villarato existe. Vaya si existe! ¿Cómo se explican sino que el árbitro del Almería-Barça se empeñase en prohibir a los jugadores locales lucir en sus camisetas el mensaje de apoyo al pueblo chileno? De todos es sabido que el mejor embajador chileno en el mundo del fútbol es Manuel Pellegrini, quien dos horas después del delay supo transformar los mensajes de ánimo recibidos desde Almería en un liderato blanco que momentáneamente calma seísmos internos y aplaca posibles répicas. Pues con todo eso quería dar al traste el hijo del villarato. ¿Que les parecen patilleros estos argumentos? Pues pásense por el As y lo van a flipar.
Sea como fuere la realidad es que el Madrid es el nuevo colíder de la competición tras derrotar a un Sevilla que le puso primero un complejo acertijo para pasarle la solución al cabo de un rato y tras el empate sin míster ni ariete que sacó el Barça de Almería. Enfatizo el punto que consiguió y no los dos que se dejó porque al fin y al cabo el que tuvo que igualar por dos veces el marcador fue el equipo azulgrana, que encajó los goles en los dos minutos 11 del partido. Precedidos ambos de errores de Touré y Puyol, desastrosos durante todo el partido, y sintomáticos también de la escasa tensión con los que el equipo viene iniciando los periodos.
Se le acumulan pues los problemas a Guardiola, que debe encontrar soluciones rápidas para que el desencanto que vivió la afición culé con el doble golpe del sábado no desemboque en mayúsculo cabreo de cara a venideros partidos. La pérdida del liderato y la inevitable comparativa con el gran enemigo ha propiciado el descenso de popularidad del Obama culé, al que muchos ya pusieron en el punto de mira cuando decidió prescindir de Etoo para de dotar al equipo de las virtudes que le faltaban para el exigente año I después de la perfección, aún a sabiendas de la efectividad y el populismo que perdería en el canje.
Si el efecto balsámico de los logros de Pep empiezan a agrietarse al año de iniciarse, el de la incidencia y los goles de Ibrahimovic en sus primeros meses en un club nuevo y exigente como el Barça no llega al trimestre. Sepultados los 18 puntos cosechados con el sueco ejerciendo de Ibralatas (Getafe, Atlético, Racing, Málaga, Madrid y Español), la amnesia del nuevo rico nos llevan a desdeñar hasta un valiosísimo golito conseguido hace apenas quince días en Alemania. Le vale al Barça pero no a Ibra.
Tan desquiciado está el mundo de fútbol que a nadie debería extrañar que el mismo aficionado culé que tan orgulloso ensalzaba el juego con denominación de origen de su equipo acabe abroncando pronto a los suyos por no jugar con la bendita verticalidad del Real Madrid de los prodigios, el que obra el milagro de los panes y los peces en tiempo de descuento, el que cultiva en las dos áreas el frenesí del fútbol y que acostumbra a recoger más que desecha. Sí, ese conjunto blanco al que tantos defectos se le apuntaron y al que tantas virtudes se le envidiarán, del que muchos se mofaban y al más de uno ya le considera campeón de Liga aún con el campeón en lo más alto.
Los altavoces tienen mucho que ver en el sonido que se escucha. Y es que a estas alturas de la película/crisis nadie se gasta 300 millones ni empeña todo su prestigio en intentar derrocar al supracampeón si no se tiene la certeza de que los elementos externos que tanto inciden en el pasto le van a ser propicios. En las portadas y editoriales de Marca y As, en el cariz de las retransmisiones de la Sexta, en las encíclicas del Larguero o en el jolgorio de Carrusel todos van a una, este año más que nunca. Se juegan demasiado. Todos.
La montaña que debe caer es demasiado alta, demasiado peligrosa y está demasiado cerca como para andarse con chiquitas. El triplete dio el pistoletazo de salida al todo vale, al villarato (convertido hoy en gasparato) que ha dejado a canguelos y cagómetros como meros entretenimientos para niños y que ha puesto letra al recurrente sainete de los campos de esta liga tras cada falta, tarjeta o, dios no lo quiera, penalti que se pite a favor del hexacampeón bajo sospecha.
No quiero acabar si unirme antes a la noble y justificada causa agitada en Almería y sin gritar más fuerte que nunca Fuerza Chile (y también Turquía, que están en las mismas tras el terremoto que se ha cobrado una cuarentena de vidas). Va por todos los chilenos, pero especialmente por Pellegrini, quien probablemente vaya a necesitar toda la fuerza del mundo si se diera el caso de un improbable tropezón europeo ante el Lyon o un posible traspié en el clásico liguero que falta para dar la puntilla a la Liga. En cualquiera de esas situaciones de poco o nada le valdrán las épocas victorias previas, el brillante y vertical juego con el que va ganando adeptos para la causa o el reconocimento que se va granjeando en la victoria.
Miren sino a Guardiola.