Habla Relaño hoy en su columna de que lo de Ibrahimovic le parece que “casi que sí” es expulsión. El problema de este periodista a la hora de informar es que lo hace de forma casi perenne con la bufanda nacionalmadridista enroscada al cuello y otras veces, muy de vez en cuando, lo hace con otra bufanda mucho peor: la de la hipocresía cuando alaba al Barça. Hay veces que incluso tiene las dos a la vez como aquella vez que escribió que “el fútbol del Barça suena a violines con el plus de los árbitros”.
Relaño, con su ya clásico ventajismo, parte de puntos de partida siempre equivocados a posta para así poder escribir su falacia villaratil y parecer que con la argumentación que da, aun salpicada de absurdez supina, construye algo mínimamente coherente.
Pues no Alfredo. Si dices que Ibrahimovic lanza una patada mientes como un bellaco. Lo mismo que si afirmas que lanza un codazo al jugador del Almería. Vuelves a mentir de forma descarada y vergonzante. Ibrahimovic lo único que hace es chocar deliberadamente con el jugador del Almería en respuesta (no justifico lo de responder a las artimañas de los rivales) a la miniembestida previa. Todo lo demás es lírica para el insomnio, extrema finura de hilado y ganas de provocar mediante la falacia expositiva.
Lo que exponemos no es nuevo en Relaño, ese totem del nacionalmadridismo (y madridismo), ya que cierto día tuvo los santos bemoles de titular un esclarecedor “Pues para mí fue penalti” en aquel infame Ushiro Nage que remató al día siguiente calentándole la cabeza al personal con el Presidente de la Federación Española de Judo.
Relaño es así, y desde su intocable atalaya, esa que está por encima del bien y del mal, se permite el lujo de opinar desde la esquizofrenia periodística sin admitir derecho a réplica de nadie. Sus artículos tienen deshabilitada la opción de los comentarios y las veces que se prodiga en otro formato lo hace de forma que igualmente desprecia el derecho a réplica (como el infame video del otro día).
Las prácticas del nacionalmadridismo, que se asemejan a algunas que cierto personaje instauró en el Chicago de los años 20 y 30, abarcan ahora no sólo la cuestión arbitral a toro pasado (con el ventajismo que esto conlleva) sino que ahora se abonan a las advertencias en plan “ofertas que no podrán rechazar”. Todo lo hacen de forma muy comedida, igual que don Vito Corleone, pero dejando bien a las claras que la cabeza de caballo podrá aparecérsele al árbitro en cuestión convirtiéndole en protagonista de una diana mediática (o física a veces incluso) y exponiéndole a la ira de los madridistas menos agraciados intelectualmente.
Ahora están dejándole bien claro a los comités qué les pasará como perdonen a Ibrahimovic. Igual que en Marca ponen ya en entredicho al árbitro del partido de mañana ante el Olympique de Lyon.
Son todos prácticas que a uno le parecen semimafiosas. La línea de lo mafioso la constituye el día que haya una desgracia. Y el otro día, con la gente increpando a Guardiola en las gradas de Almería cuando fue expulsado, la cosa estuvo cerca.
Al final habrá que pedir hasta perdón por osar toser al blanco que no empaña, única verdad y único equipo digno de según qué éxitos.
Todo vale en pos de la victoria blanca.