Arsenal, 2 – Barça, 2
El Barça obtuvo un valioso empate en el Emirates Stadium de Londres que, sin embargo, deja un sabor agridulce en el paladar azulgrana porque, tras una hora de excelente disposición colectiva y brillante despliegue futbolístico, los hombres de Guardiola se sumieron en un letargo general y permitieron la resurrección del Arsenal en la últimos veinte minutos del partido.
El primer cuarto de hora del Barça fue antológico y solamente la gran actuación individual de Almunia impidió que la exhibición de juego se tradujese en goles: en apenas quince minutos el Barça chutó nueve veces a portería, cinco entre los tres palos. No parecía la mejor noche de Zlatan Ibrahimovic, que desperdició varios remates francos. Ni hubo noticias del Arsenal hasta pasado el minuto 20, con un disparo de rosca de Nasri; el francés, escorado a la banda izquierda, fue el futbolista más incisivo de un equipo desorientado y superado por un rival que monopolizaba la pelota con porcentajes de posesión escandalosos. Tan mal panorama debió ver Arsène Wenger que a la media hora de partido decidió retirar a Arshavin para meter cemento en el centro del campo con Eboué. La primera parte terminó con una doble oportunidad de Bendtner, repelida primero por Valdés y luego por el poste. Y Massimo Bussaca señaló el camino de los vestuarios mientras flotaba en el ambiente la sensación de que no era una noche propicia para los arietes nórdicos.
Nada más lejos de la realidad para el sueco: a Ibrahimovic le bastó el primer cuarto de hora de la segunda parte para reivindicarse como el extraordinario delantero centro que es, marcando dos goles que pueden resultar de oro puro: el primero al ejecutar una vaselina tras un gran pase largo de Piqué (colosal partido del central canterano) y el segundo con un disparo seco y fuerte a la escuadra tras una buena asistencia de Xavi. En cambio, para el danés era otra historia: Bendtner veía impotente como su violento remate de cabeza era desconectado por un soberbio Valdés. Pero de repente, con el partido cómodamente controlado y la eliminatoria encarrilada, llegó el inesperado cortocircuito: el Barça, viéndose superior en el césped y en el marcador, bajó la intensidad, perdió concentración y precisión y permitió que el Arsenal sacase la cabeza del agua. Un eléctrico contragolpe londinense tras una pérdida de balón de Sergio le sirvió a Walcott para recortar distancias en el minuto 70. Messi tuvo a continuación un mano a mano con Almunia bien resuelto otra vez por el guardameta gunner.
Ya en pleno desconcierto culé cabe destacar la testimonial e irrelevante presencia de Henry, que sustituyó a Ibrahimovic llevándose una cálida ovación de su antigua afición. Y a falta de cinco minutos para el final del partido se culminó el inexplicable descontrol visitante con un penalty cometido por Puyol sobre Cesc. El capitán del Barça vio la tarjeta roja y el capitán del Arsenal, grisáceo y condicionado por sus problemas físicos, transformó la pena máxima. Ambos se perderán el partido de vuelta en el Camp Nou, al igual que Piqué. En resumen: como en el clásico cómic de Edgar P. Jacobs, un Barça vestido de amarillo dejó su inconfundible marca en Londres. Lástima de los pantanosos veinte minutos finales que empañaron una primorosa actuación a orillas del Támesis.