Comenzaba el partido con el propósito por parte de Pep de dar descanso a jugadores clave de cara a los próximos dos partidos (al tiempo que otros tantos se recuperan de sus lesiones) pero, simultáneamente, con la sana intención de llevarse los tres puntos en juego cuanto antes. Quizá por ello el ritmo que planteó el equipo durante la primera media hora fue altísimo. Para tales fines volvió a tirar del 4-4-1-1 con Messi de enganche y Bojan de ariete y un centro del campo con Touré y Xavi en el corte y la confección más las generosas aportaciones en banda de Jeffren y Pedro.
El título que propongo hace alusión, en este sentido, a ese espacio de tiempo donde el Barça volvió a brillar, aplastar, apabullar, acorralar y desesperar a su adversario. Con oleadas de incorporaciones de dos, tres, cuatro y hasta cinco jugadores en el área que luego trabajaban incansables, como hormigas, instintiva e inmediatamente, en la recuperación de la pelota desde su origen. Una marabunta. En ese período de tiempo Pedro estrelló un balón en la cruceta, Bojan marcó tras asistencia de Xavi, Jeffren rozó las mieles del éxito tras un gran pase de Messi, se sucedieron combinaciones asombrosas, triangulaciones, paredes, una chilena de Alves que iba para centro y se estrelló en el larguero, las ya clásicas jugadas de Messi y, en definitiva, ocasiones para finiquitar por la vía rápida un partido que reflejaba la insultante superioridad existente entre el mejor equipo de la Liga y cualquiera de los otros diecinueve. El Depor, un equipo sólido –como todos los de Lotina-, quedó desdibujado; desnudo ante la salvaje exhibición blaugrana.
Sin embargo, al igual que contra el Arsenal, la suerte no quiso que entraran más balones en una primera mitad que se fue acabando en un lento fundido a negro. Como el ritmo del propio Barça. Y asimismo comenzó la segunda parte. Con un Barça “reservando motor” para momentos más necesarios y, quizá por eso, bajando el número de revoluciones. Pero la realidad numérica revelaba que un simple rechace, un córner, una jugada aislada o a balón parado podría igualar las fuerzas a nivel de puntaje. En un combate de boxeo, digamos que el Barça ya habría ganado a los puntos a falta de dos terceras partes del combate, por mucho que pegase el adversario. Pero aún así debía resguardarse de la opción del KO. Y por ello Guardiola sacó a Keita por Jeffren. El Depor empezó a valorar en su justa medida la recompensa de un empate y ese estado le hizo soltarse un poco el complejo de inferioridad. Unas pocas llegadas y tímidas, pero llegadas al fin y al cabo hicieron rugir al Camp Nou para hacer ver a sus jugadores que había que matar el encuentro.
Dicho y hecho. Un balón atajado por Valdés tras balón parado fue puesto con la misma rapidez que precisión para la carrera al espacio de un descolgado y desbocado Dani Alves que por poco llegó para rematar. Para suerte y desgracia del Depor, Aranzubía -un gran portero-, llegó antes que Alves a la carrera fuera del área para despejar fuerte y raso un balón que alcanzó la zurda de Pedro; el cual, desde 45 metros, de primeras y sin pensárselo dos veces, dibujó una parábola perfecta que haría entrar al balón por la escuadra derecha de un portero adelantado y resignado ante tal demostración de calidad.
Y aquí sí que se acabó el partido. Justo después entró Henry por Bojan y tuvo una clara ocasión tras jugada colectiva de anotar un gol redentor y motivador. También Messi lo intentó en un par de ocasiones pero este no era el día. Mejor así, esperemos que lo sea el sábado. En este estado de aceptación de la realidad por parte de ambos equipos, el Barça anotó un último tanto tras el enésimo córner que botó Xavi anoche. Fue Touré tras recoger un rechace y empalmar un cañonazo al fondo de las mallas. Busquets entraría por el funcionario del año para darle el justo homenaje popular, pero apenas tocaría balón pues el partido ya estaba terminado desde que Pedro se atreviera a probar una de las pocas suertes que todavía no le habían acabado en gol.