Charly Rexach ha confirmado que apoyará a Sandro, tal y como avanzó GOL este lunes en rigurosa primicia, aderezada, cómo no, por un exceso de propaganda rosellista. En todo caso, al César lo que es del César. Una noticia es una noticia y Diego Valor la ha hecho pública el primero. Felicidades, que diría el tito Louis.
Lo preocupante de este caso no es tanto el mensajero, que también, como el mensaje, al que, por ahora, nos ceñiremos sin entrar en vicisitudes menos relevantes. El caso es que Rexach se moja, se define, se posiciona claramente con un candidato y, de paso, apunta a Johan como su principal enemigo para regocijo de los guionistas del Crackòvia, que podrán seguir explotando el binomio. Nada nuevo en el convento. Johan, siempre atento, ya ha recogido los frutos de su relación con Laporta en forma de presidencia de honor; sus cartas son claras y no necesita ni mojarse para decirle a los socios a quién hay que votar. Es obvio: a cualquiera que no sea Rosell. A Cruyff y a Charly siempre les gustó participar en los procesos electorales, lo dice la historia.
No es este aún exactamente un escenario bipartidista, aunque lo pueda parecer. Si estás con Cruyff a muerte, Rosell no es el hombre. Eso ya lo sabemos, pero el mal llamado desacomplejamiento laportiano no encuentra la figura adecuada que recoja el guante. Entre algunas de las virtudes de Jaume Ferrer no figura la de exhibir los arrojos que se necesitan para la causa continuista; las chaquetas de Sala i Martín, por su parte, dan mucho el cante y su estilo prepotente genera cierto rechazo entre la buena gente culer. Godall cayó por su propio peso y, para colmo, cualquier opción con procedencia del entorno Spanair no acaba de ser representativa para el talibanismo cruyffiano, aunque esperaremos a ver la puesta en escena de Marc Ingla, si es que finalmente se produce. Ingla y Soriano, no obstante, quedaron marcados en su día por pensar que Mourinho era una opción más razonable que Guardiola, un pecado que cometimos muchos otros barcelonistas. Perdónanos Pep.
El caso es que algunos empiezan a sentir que si gana Sandro quizás deberán conformarse con que a Johan le cuelguen del cuello el cartel de monigote honorífico, y que quede a disposición de mandamases con cierto tufo a formol, aunque en versión 2.0. Mal papelón el de Johan llegado ese caso y peligrosa imagen la que nuestro club podría dar al mundo si Rosell le corta la cabeza a Cruyff o si es el propio holandés el que se decapita, opción ésta nada descartable. Y todo, gracias a Laporta.
La irresponsabilidad del aún presidente real de elevar a los altares a Johan radicó justamente en eso; en lo poco que tiene de honorífico tal nombramiento para los que en principio ostentan casi todos los números para gobernar el club durante los próximos seis años. Hubiera costado poco no enredar al socio con esta cuestión y reconocer los indudables méritos de la figura de Johan de forma más deportiva y aglutinadora. Pero el holandés, siempre atento, reclama su parte del pastel como el gran ponedor de la semilla que realmente es. Así que Johan, gane quien gane, ya tiene cargo. El de Rexach, en cambio, tendrá que refrendarlo el socio.
Y así van pasando los días hacia el 22 de mayo y hacia el 13 de junio. Mientras socios y seguidores nos ilusionamos ante los retos deportivos que están a tocar, algunos esperan que las notas finales del equipo, buenas o malas, acaben por definir el verdadero escenario electoral, en el que intenta tomar parte de forma contumaz un persistente Agustí Benedito, empecinado en convertir su Alternativa en una tercera vía, junto a otros que, salvo agradable sorpresa, presentan pocas papeletas para impresionar al soci. Y, como mínimo, harán falta 2.090, todas ellas legales, para seguir en el circo electoral hasta su última función.