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Yoyalodije

Más fútbol y menos decálogos.

Antológico artículo de opinión de ese periodista al que mucho madridista, siguiendo con su cantinela de la superiorida moral, resta valor a sus palabras porque él (y sólo él) dice las cosas que dice en clave de humor.

Sin embargo uno piensa que esa mal llamada reputación de bufón oficial de la corte no es más que el parapeto en el cuál este mal periodista se escuda para poder verter todas sus fobias. Así, con el argumento de que lo está diciendo el tonto, sigue con su espiral de barrabasadas.

El tacto de este sucedáneo de periodista no es que sea una de sus virtudes ni lo que más destaque de él, ya que lo facilón de sus mensajes unidireccionales (siempre anti-Barça) se ve a legua, pero lo que sí destaca de él es su pertinaz búsqueda de la gracieta fácil con el monotema y la sinrazón en deslegitimar cualquier cosa que haga, diga o gane el Barça.

Tomás, a medias entre la mediocridad periodística y la gracia sin gracia, pretende ser irónico. La cuestión es que el recurso literario de la ironía, más aún en gente a la que incluso algún lumbreras le ha dado un majestuoso altavoz, uno cree que debería de estar mucho más trabajado y aunque poco, sí que habría que hacer pensar un poco a la gente. Con Tomás esto no vale y lo primitivo de su mensaje anda entre el insulto y lo infantiloide.

Tomás, adorador del minuto 7, tira de mediocre ironía para hablar del Barça y, según él, su próxima invención del fútbol. También tira de falacia en pos de la enésima pretensión de deslegitimación. Y como Tomás, todo el séquito de mediocres tiran de eufemismos y de insanas envidias para calificar lo que el Barça prepara para mañana. Dicen estos iluminados de candil y llesca que lo del Barça de mañana es una encerrona. Qué gran error.

En el Barça nadie ha hablado de mirar desafiante en el túnel de vestuarios a los rivales. Tampoco en el Barça nadie ha hablado de pegar el primer porrazo a la valla de publicidad ni de actuar al máximo de revoluciones (con todo lo que ello conlleva). Y por último, tampoco nadie ha hablado de pegar el primer leñazo del partido al rival en plan retador.

Son los dogmas de fe de ese infame decálogo que en varios de sus puntos apela a lo más primario y burro del deporte del balompie: el encontronazo, el choque, las faltas, la testiculina y la suciedad innata antagónica al blanco que no empaña.

No diré yo jamás que haya que jugar con un afán preciosista negando que hay que darlo todo. Sin embargo, uno prefiere que lo den todo con el balón y no contra el rival.

Por eso, también, me hice del Barça.

Porque al final, en este infame estado de información nacionalmadridista, algunas ostias son sagradas y otras, pegadas al balón, son invenciones del fútbol.

Y también al final, desde su atalaya, esos mediocres de Olivetti ensalzan la resurreción anual de Juan y luego tiran por cara a los demás que hagan llamamientos a la afición para poder remontar la eliminatoria.

Y el barça no apela a decálogos, sino a fútbol.