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El socio abraza a Sandro

Sandro Rosell destrozó previsiones y contrincantes para convertirse anoche en el nuevo presidente del mejor Barça de la historia. Este es el legado que le deja un Laporta que entró en 2003 de la mano del Rosell y que se va del club cabizbajo y contrariado por la dramática derrota de su último delfín pero abrazado al discurso del deber cumplido. Prometió dedicar los mejores años de su vida al Barça y ha cumplido con luces en los títulos y sombras en las formas. El momento Sandro ha llegado, y lo ha hecho pegando un sonoro portazo. Lo que sería un laportazo, vamos.

Hoy el barcelonismo está feliz. Por lo menos lo está el 26% de sus miembros con derecho a voto o, si lo prefieren, el 61% de los que lo ejercieron. ¿Qué lleva a más de 60.000 socios a quedarse en casa un soleado día de junio en que se juega el futuro del club de su vida? Uno no tiene respuesta a eso, como tampoco encuentra las que explican el brutal descalabro de las dos candidaturas garantes del modelo que conquistó cuatro Ligas y dos Champions en siete años en un club que en los 104 anteriores se había hecho con 16 de las primeras y sólo una de las segundas.

Pero el Barça, como el fútbol, es así. Si a los catalanes nos pierde la estética al 60% de los culés movilizados nos ganan la tiranía de la mayoría, el espiral del silencio, el discurso de los ganadores, el poder de la burguesía y los avales de la Caixa. Todo eso, y mucho más, representa Sandro Rosell. El nuevo Mesías que viene a cambiar lo malo y perpetuar lo bueno. Uno no sabe si va a tener más trabajo en lo primero o en lo segundo. En todo caso, la mayoría le desea a Sandro lo mejor. La minoría va más allá, y le desea que tenga lo mismo que tuvo su predecesor.

Mucho se ha hablado entre la amistad y similitudes entre Sandro Rosell y Florentino Pérez pero los destinos que han unido la realidad y los socios de aquí y de allá han sido los de Laporta y Lorenzo Sanz: las urnas han fulminado de forma cruel a los dos últimos presidentes del fútbol español capaces de levantar dos Ligas de Campeones. En Madrid la fórmula no ha acabado de cuajar y el doble garante de las esencias blancas ha evangelizado muy por debajo de las expectativas, hasta el punto de situar su botín por debajo del de sus dos predecesores.