Pánico en las miradas, plomo en las piernas, cemento sobre los hombros. El miedo de los contendientes presidió desde el primer minuto el ya histórico play-off de la NBA que se decidió en modo Superbowl entre las dos mejores franquicias de la historia. En la enésima derrota del baloncesto frente al negocio, y en un partido en el que Artest aguantó a los suyos y Gasol apuntilló al rival, la NBA condecoró con el trofeo de jugador más valioso a uno que falló 18 de los 24 tiros que intentó. Pero ese hombre es Kobe Bryant, y el deporte americano gira alrededor de los ídolos.
La intensidad que se presuponía a los locales, que dos días antes habían arrasado con todo, la tuvieron los visitantes, que mandaron en el marcador y en las sensaciones desde el primer minuto. Dejaron en 14 puntos a los angelinos en un primer cuarto que marcaría el ritmo del partido hasta bien entrado el último. Durante ese agónico trayecto a los amarillos los sostenía un Ron Artest que hace ya semanas que rentabilizó su fichaje. Pese a todo, los angelinos ganarían los otros tres parciales.
Por suerte para su equipo Pau Gasol ya había empezado a aparecer en el tercer cuarto. Todavía no en la anotación, pero sí tirando de jerarquía, haciendo pasar por sus manos todos los ataques locales, demostrando al mundo estar un par de cuerpos por delante de McHale, Pippen, Drexler, Robinson, Kareem y el resto de gloriosas segundas espadas en equipos de leyenda. Lo que no tenían ni los Celtics de Bird, los Bulls de Jordan, los Rockets de Olajuwon o los primeros Spurs de Duncan fue un tercer hombre de la calidad de Lamar Odom, sólo comparable a la del Worthy que tanto trabajo facilitaba a Magic&Jabbar.
Tras demasiadas semanas agazapado tras las espaldas de sus compañeros, Odom no encontró mejor momento momento para aparecer en los Play-Offs que en el tercer cuarto de anoche, cuando más cansados y cargados estaban los oponentes y más daño hicieron sus penetraciones y rebotes de ataque. Artest, Gasol, Odom. Los Lakers ya eran tres. Faltaba uno.
Y ese uno llegó en las postrimerías del partido, cuando el brutal esfuerzo de Gasol, aderezado con algún movimiento de pies a lo Hakeem, el estado de gracia de Artest y la intensidad de Odom ya habían puesto a los Celtics contra las cuerdas. Apenas faltaba alguien que escogiera un papel bonito y les echara el lazo. Ahí sí apareció el errático Kobe. Suficiente para el MVP.
Los ilustres derrotados bien merecen el reconocimiento del mundo del baloncesto. Con el factor pista en contra se cargaron a LeBron, a Howard y a punto estuvieron de cargarse a un equipo con mayúsculas. Al mejor del mundo. Las agallas de los Celtics engrandecen la gloria de los Lakers.