De la reciente Supercopa, de la pasada Liga o del fastuoso Mundial, tanto da. Escojan ustedes de donde viene la inercia ganadora del preciso y precioso Barça que anoche justificó su favoritismo en el estreno liguero de Santander. Lo del Nuevo Sardinero fue una escabechina deliciosa, con un sutil Messi abriendo la lata con la derecha, con el genio de La Mancha sirviendo una delicatessen desde la distancia y con el nuevo Quini cerrando la exhibición con un alarde de oficio. La vida sigue igual.
No extrañó el Barça de Pep las controvertidas bajas de Ibra, Touré, Henry, Márquez y Chygrinsky, pues ninguno de ellos acabó de titular los títulos que propiciaron la devastadora inercia actual. Más que falto de efectivos el equipo pareció anoche liberado de impurezas, sin más cortapisas a sus vertiginosas velocidad de balón y ocupación de espacios que la lógica baja forma de quienes siguen en pretemporada. Bendito medio gas.
También ahí mostró Pep sus intenciones, que pasan por conceder minipartidos de 50 minutos a algunos de sus titulares para que vayan cogiendo ritmo, y de 40 a sus suplentes para que vayan entrando en la dinámica. Quiere a pocos pero activos.
Tras la llegada de Mascherano, y a la espera de que llegue o no Robinho en el puesto de Ibra, parece claro que para ver a Romeu deberemos acudir al Mini, que Dos Santos se curtirá en la medular de segunda peró aparecerá en las rotaciones de primera y que Thiago va a aprovechar el año en la Liga Adelante para adelantar su posición y empezar a tomar forma de Messi. Ante el tráfico en la medular ese va a ser su hueco en el campeón de todo.
Volvamos al partido de anoche, en el que un Racing ávido de balón en ataque y de tobillo en defensa lo intentó por las buenas y por las malas, pero apenas se notó. Estaba preparado el Barça para combatir la movilidad de Tchité, de quien se esperaba más, pero también la de Delgado Ferreiro, quien anoche topó con Valdés.
Ante el despropósito del trío arbitral, el coleccionista de Zamoras se convirtió en el mejor trencilla del encuentro, en el garante de que el marcador reflejara lo ocurrido durante el partido. Paró un penalti al incontinente Tchité que dejaba el resultado en el alero y abortó dos disparos más de los locales, mucho menos guerreros que en precedentes inicios de campeonato.
Sea como fuere el Barça jugó como siempre pero resolvió como nunca: a ritmo de Balón de Oro. Marcaron tres de lo cuatro azulgranas con candidatura real al dorado reclamo individual (sólo Xavi, relevado pronto por precaución, faltó a la cita con las mallas) y otra maravilla goleadora de Iniesta nos dejó entrever que el genio de La Mancha tiene previsto pasarse lo que queda de 2010 inflando su sueño dorado. A la ocasión la pintan más calva que nunca.