RUBIN KAZÁN 1 – BARÇA 1
Hubo igualdad en el empate que reflejó el marcador final, en los penaltis pitados en cada área, en los balones repelidos por las maderas de Ryzhikov y Valdés e, incluso, en la oportunidad de decantar el resultado final a favor de cada equipo con claras opciones de gol en las postrimerías del partido. Sólo en esto el encuentro estuvo igualado. Todo lo demás fue un desequilibrio abismal de nivel, de poder y de sensaciones entre el Rubin Kazán y el Barça durante los 90 minutos de juego, y también tras la finalización del partido, aunque aquí la desigualdad fuera inversa en lo referente al estado anímico de ambos equipos, con un claro vencedor y un claro derrotado a resultas del empate final. Los rusos fueron un equipo marcial, más de usos militares que futbolísticos: férrea disciplina castrense, orden obsesivo, abuso de la estrategia para evitar cualquier tentativa de la inspiración y sufrimiento asumido sobre el campo de batalla, pues ya se sabe que la guerra no es lugar para bromas ni alegrías. Un ejército preparado para la lucha, en definitiva, un tormento (y atormentado) equipo. El Barça, por el contrario, salió con su libreto habitual, con su filosofía irrenunciable de divertirse y gustar para ganar, y no exento de la lucha y sacrificio que el manual de la buena guerra exige para la lid, pero consciente del frontón que le esperaba con el entramado ultradefensivo del Rubin Kazán, un equipo atrincherado en su retaguardia siempre por detrás de la pelota con dos líneas juntísimas de 6 defensas y 4 centrocampistas cerrando espacios como única vía de supervivencia y esperando su oportunidad para matar, si es que se daba, vía balón parado, contra ataques o error en la zaga rival. En definitiva, la antítesis llevada al extremo del propio Barça, lo que más odia este equipo tener enfrente en un terreno de juego. Fue un duelo de fuerzas desiguales, donde el Barça logró hacer valer su superioridad y consiguiendo, picando piedra como el más esforzado e implicado escuadrón, hacer fluir su fútbol, generar espacios imposibles y, a raíz de éstos, crear ocasiones de gol. El Barça hizo lo más difícil pero erró en lo esencial, en sus disparos a puerta, en el remate final a su enemigo: pecó de benevolencia y perdonó la rendición total del Rubin. Una vez más, la eficiencia rematadora no estuvo del lado de los blaugrana y esto penalizó al equipo impidiendo la victoria final. En partidos donde la dificultad extrema reside en la falta de oportunidades de gol debidas a la resistencia y disposición del rival, lastra no materializarlas cuando tienes el mérito de crearlas. La actitud de los chicos del general Guardiola siempre fue óptima y adecuada y su implicado esfuerzo mereció un mejor premio, aunque las fotos que acaben retratando lo que fue el partido y el resultado sean un gol encajado de penalti y el remate al palo de Martins, el penalti con susto de Villa, el remate al larguero de Pedro y un surtido de ocasiones marradas a cargo de Villa, Pedro, Alves, Bojan, Iniesta y Messi (sí, Messi, que reapareció milagrosamente recuperado tras su lesión significando, posiblemente, la mayor alegría que el barcelonismo se pudo llevar de Kazán). Demasiado esfuerzo y mérito tirado por la borda. Al final, la batalla desigual acabó en inesperadas tablas, con el Rubin Kazán celebrando el empate como la más grande de sus victorias y con un Barça frustado al que no le quedó más remedio que conformarse con el empate, sacando – quien no se consuela es por que no quiere – lecturas positivas del partido realizado si se comparaba con los enfrentamientos pasados en la Champions anterior. El Barça, esta vez, fue mejor, mostró más recursos y opciones insistiendo en sus puntos fuertes, e insinuó cierta evolución y mejora contra cerrojazos infames, aunque la decepción final acabase siendo la misma. El Rubin Kazán, investido con el glorioso honor de ser el – ¿único? – equipo que jamás ha perdido contra el Barça, se revela como la nueva bestia negra del barcelonismo, el vietcong especialista en atascar, cuando no embarrancar, la sobrada potencia militar blaugrana. Berdyev cogió su rosario, en lugar del fusil, y será que éste hace milagros. Y ante lo sobrenatural, ni el mejor equipo terrenal sobre la faz de la tierra, con su preciso despliegue armamentístico, puede hacer nada.