COPENHAGUE 1 – BARÇA 1
A Guardiola no le sienta bien la sobre excitación, y su equipo lo nota y se resiente. La famosa acción de Pinto en el partido en el Camp Nou (con sus consecuencias) pareció condicionar el encuentro en el Parken Stadium. Demasiada emotividad negativa en el ambiente. El Barça llegó con faz cabreada a Copenhague y la frase en la previa del entrenador blaugrana presagiando un partido durísimo – terrible, dijo – le dio la razón, posiblemente porqué el propio Barça lo escenificó así debido a su propia tensión. El Copenhague, vista la predisposición a la histeria rival, hizo el resto para desquiciar al Barça, utilizando las armas de la intensidad, la agresividad y abusando a menudo del juego subterráneo ( y cuando no, los visibles codazos de Bolaños, con el árbitro haciéndose el sueco). La incomodidad del Barça durante todo el partido fue manifiesta y en muchas fases del partido fue superado por la entusiasta entrega y un disciplinado y serio hacer de unos futbolistas daneses que se tomaron el partido como si fuera el último de sus vidas. El derroche de esfuerzo, energía y orgullo del Copenhague fue encomiable y ese plus diferencial que suplía su falta de calidad nunca pudo ser contrarestado por los jugadores blaugrana, que sin poder achacarles falta de actitud alguna, no estuvieron a la altura en los intangibles anímicos y de orgullo que el rival les exigía.
El Copenhague, ultramotivado, salió en tromba e implantó el terror y desconcierto en las filas blaugranas. Impuso su ley al minuto de juego con el manotazo de Bolaños a Puyol y un misil a la escuadra de Claudemir a los tres minutos. El Barça no existía y tuvo que ser Valdés en una salida al borde del área quien hiciera notar la presencia e intimidación del Barça arrollando brutalmente al 9 danés, que bien pudo costarle la expulsión. Aunque el peligro siguió acechando en el área blaugrana, poco a poco el Barça desatascó el partido y así impuso cierta autoridad y mayor control del balón. No fue un dominio abrumador del Barça pero sí permitió desactivar el empuje del Copenhague. Así llegaron el enésimo palo de Villa, una clarísima oportunidad de Busquets en un remate que no esperaba y, por fin, el gol de Messi – tras previo impacto en el palo de su derechazo -. Lamentablemente, pero, el Barça no supo mantener la ventaja del marcador a favor, con la tranquilidad que esto podía darle a su fútbol, amén de desmotivar el desempeño danés, y a los dos minutos del gol de Messi, Claudemir empató el partido tras un desafortunado rechace previo de Valdés. El partido volvió al toma y daca original – Messi pudo marcar, Valdés volvió a atajar -, y las tablas se mantuvieron hasta el descanso, periodo que insufló vida al infierno que le esperaba al Barça en la segunda mitad.
Tras la reanudación, el Copenhague volvió a ser un ciclón de intensidad física y emocional y el Barça lo sufrió durante el resto de partido, perdido, agobiado y superado ante la propuesta exigente y eficaz del fútbol directo danés. Guardiola no supo contrarestar tácticamente el meneo y los futbolistas fueron incapaces de dirigir el partido hacia un escenario de autocontrol que hiciera despertar sus virtudes y sus posibilidades de victoria – como sí hicieron en el primer tiempo -. El partido se volvió bronco y feo, tal como querían los daneses, y se evidenció la impotencia blaugrana, haciendo relucir la sobre excitación que llevaban latente. El Barça fue corazón sin fútbol y la propuesta belicosa del Copenhague se impuso sobre el terreno de juego para someter la voluntad blaugrana. No es la primera vez, ni será la última, que el Barça de Guardiola padece estos escenarios que para nada le benefician, escenarios a los que le cuesta dar cumplida respuesta. Aun así, un grandísimo remate de Pedro desde el vértice del área en el descuento pudo dar épica a la victoria del Barça. La madera, pero, lo repelió, constatando que el idilio con los palos que ha iniciado el equipo esta temporada ya tiene tintes de desamor. El partido acabó con el empate a 1 en el marcador y con un bonito tango entre Guardiola y Solbakken camino hacia los vestuarios – y solventado por la vía rápida por el pacificador Busquets – que fue fiel reflejo de la tensión y la excitación mal entendida con la que el Barça encaró su fallido reto en Dinamarca.
A pesar del mal sabor de boca que deja el empate, como en el día contra el Kazán, el Barça sigue su camino en Champions, resignándose a tener que exigirse, quizás innecesariamente, otro partido más para finiquitar su clasificación a octavos. De ganar su partido contra el Panathinaikos y no ganar el Copenhague su duelo contra el Rubín Kazán, se asegura el primer puesto de esta liguilla. El reto, pues, está en Atenas. Y es reto mayor, si atendemos a las estadísticas de los desplazamientos del Barça en Champions: de los últimos 11 partidos disputados, 1 victoria, 1 derrota y 9 empates. Como para fruncir el cejo, cabrearse o desanimarse si uno tiene la alma débil, más aun si tras Atenas espera el Madrid en Liga.