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Desde el Barrio Rojo

Desde el Barrio Rojo: Jesper Olsen

“Jesper, Jesper, Jesper… ¡Eso es letal!” – Svend Gehrs, comentarista deportivo de la televisión danesa, 1986.

Desde la fulgurante irrupción de la Naranja Mecánica en 1974 no se había visto un outsider igual: Dinamarca disputaba en 1986 el primer Mundial de su historia gracias al talento exquisito de una selección cuya columna vertebral formaban el caudillo Morten Olsen en defensa, el inagotable fuelle de Soren Lerby en la medular y dos jugadores antagónicos pero complementarios en ataque: el gigante Preben Elkjaer Larsen se encargaba de la potencia y la orfebrería era asunto del elegante Michael Laudrup. Completaba el repoker de ases un pequeño centrocampista zurdo y dinámico llamado Jesper Olsen, que iba a convertirse en inesperado protagonista de la apasionante aventura mundialista de su selección.

Dinamarca quedó emparejada en el ‘grupo de la muerte’ del torneo junto con Alemania, Escocia y Uruguay. Lejos de acusar los nervios del novato en su debut mundialista los nórdicos derrotaron en el primer partido a los escoceses por uno a cero. En el segundo encuentro barrieron a la bicampeona Uruguay con una exhibición de juego y goles: seis a uno para los daneses con hat trick de Elkjaer Larsen y una sublime actuación de Laudrup (Jesper Olsen cerró el marcador marcando el sexto gol). Dinamarca culminó una impecable primera fase ganando por dos a cero a Alemania (con otro gol de Jesper Olsen, esta vez de penalty) y proclamándose líder de grupo con tres victorias y nueve goles a favor. La prensa bautizó con entusiasmo al combinado danés como “La Dinamita Roja” por su fútbol ofensivo en estado químicamente puro.

Jesper Olsen, que militó en el Ajax desde 1981 hasta 1984, era un consumado especialista en el lanzamiento de penas máximas y de hecho fue el cómplice de Johan Cruyff en el célebre penalty indirecto ejecutado contra el Helmond Sport en 1982. “Era típico de Johan probar cosas diferentes, algo que no se hubiese hecho antes y fue genial formar parte de aquella jugada”, dijo el centrocampista danés. En verano de 1984 Jesper Olsen, al que los aficionados del Ajax llamaban “The Untouchable” por su habilidad para saltar y esquivar las entradas rivales, fichó por el Manchester United y permaneció en Old Trafford durante cuatro temporadas.

El 18 de junio de 1986, en el estadio de La Corregidora de Querétaro. Dinamarca y España se enfrentaron en octavos de final del Mundial de México. Los daneses se adelantaron a la media hora con un gol de penalty transformado, cómo no, por Jesper Olsen. El partido parecía bien encarrilado para el equipo entrenado por el alemán Sepp Piontek pero al filo del descanso se produjo la jugada fatídica: el portero Lars Hogh sacó en corto para Jesper Olsen y éste, viéndose presionado por un rival, quiso devolver la pelota a su guardameta pero la cesión fue defectuosa y el balón acabó en los pies de Emilio Butragueño que aprovechó el regalo danés para marcar a placer el gol del empate.

El resto de la historia es sobradamente conocida: el hermoso andamiaje de Dinamarca se desmoronó en la segunda parte a causa de los hachazos españoles en forma de contraataques, Butragueño marcó cuatro goles en su noche más brillante como futbolista profesional y Jesper Olsen quedó marcado para siempre como el responsable de un fallo absurdo que desencadenó una mayúscula decepción nacional. No en vano la expresión “Rigtig Jesper Olsen” (“Un auténtico Jesper Olsen”) se incorporó al léxico danés para definir cualquier paso en falso. “Nunca tuve que dar ese pase, pero es una de esas cosas que ya no se pueden cambiar y, aunque es injusto, sé que seré recordado por esa acción”, confesó el jugador años después.

Tras un paso discreto por el fútbol francés y castigado por las lesiones, Jesper Olsen se retiró en 1992, el mismo verano que Dinamarca conseguía contra todo pronóstico ganar una Eurocopa a la que acudió porque Yugoslavia se desangraba en el corazón del continente. En la actualidad Olsen reside en Australia y forma parte del cuerpo técnico del Melbourne Heart. Y quién sabe si de vez en cuando todavía repasa en su moviola mental aquella venenosa cesión que emborronó una más que digna trayectoria profesional. Si Jesper Olsen hubiese enviado aquel dichoso balón bien lejos, al cielo de Querétaro, tal vez las hordas vikingas no hubiesen fracasado por segunda vez en mil años en su conquista del territorio americano. En realidad las hemerotecas cuentan que la gloria y los laureles de aquel torneo fueron para un barrilete cósmico, pero eso ya es otra historia.