Tras haber ganado el Barça 8 títulos sobre 10, Florentino Pérez fichó, como no, a golpe de talonario, a Xosé Mourinho el afamado técnico portugués que nos eliminó de la UEFA Champions League la temporada pasada para, posteriormente, ganar la competición en el Estadio Santiago Bernabeu para regocijo de la famélica afición blanca que había visto como su equipo caía en octavos de final, como es habitual.
Como ya no quedaban presuntos galácticos en el mercado le ficharon a Mou algunas de sus peticiones y algún otro jugador que había destacado, más o menos, en el Mundial de Sudáfrica.
Con estos mimbres empezó el Real Madrid la temporada y, a pesar de un par de tropiezos iniciales contra Levante y Mallorca fue sumando sus partidos por triunfos y consolidando un 11 que hasta los niños merengues recitaban de carrerilla.
El Barça ganó en agosto la Supercopa de España contra el Sevilla a pesar de no haber efectuado una pretemporada en condiciones por culpa del Mundial y sus posteriores resacas en forma de bolos ultramarinos, para saquear el oro de América y promover la evangelización de la candidatura mundialista ibérica.
Esta falta de entrenos en condiciones y la necesaria dosificación de unos jugadores sobreexplotados por la Sonroja, hizo que el Barça tuviese unos inicios de Liga algo dubitativos con una inesperada derrota ante un recién ascendido y un extraño empate ante el Mallorca.
Con estos resultados y mirandonos en el espejo del rival, espejo abrillantado artificialmente por bastantes plumas cavernarias, hizo que llegásemos al Clásico ( ahora se llama así a lo que antes era Derby o Partido del Siglo) con ciertas dudas y algo de temor ante la llegada del flamante líder al Camp Nou.
Hay que reconocer que la mayoría jamás habíamos dudado del equipo de Pep Guardiola, se veía que seguían teniendo las mismas ganas de siempre, que habían recuperado un nivel de juego que, al principio de temporada, habían mostrado en pequeñas dosis, pero habíamos intuido un Madrid mucho más fuerte de lo que demostró ser el lunes y temíamos que pudiese sacar algo positivo del Camp Nou.
Ahora las cosas han cambiado y, si este sabado ganamos en Pamplona y el Valencia aprovecha los nervios que seguro habrán en el Bernabeu, podremos decir, sin temor a equivocarnos que la sombra de la duda ha cogido el puente aéreo.
Agitado no revuelto: Tras el poco interés despertado por la Copa Catalunya, sigue la desidia en la Federación Catalana y traen a Honduras para disputar la pachanga del día de los inocentes en el gélido Estadi Lluís Companys.
Licencia para matar: Al imbécil que decidió que el último partido de la Copa Catalunya fuese un Barça – Hospitalet en lugar del Barça – Espanyol.