BARÇA 5 – ALMERÍA 0
El Barça de Pep Guardiola, en su gloriosa magnitud, nos hace correr el riego de llegar a ser insensibles en esto del fútbol, tanta es su machacona rutina demoledora forjada en los principios de la victoria, las goleadas y la superioridad en el juego. Tanto exceso de excelencia reconforta, enorgullece y satisface, pero también abruma enormemente. Habrá quienes, fruto del despecho, la impotencia o el rencor, manoseen esta argumentativa hasta la perversión esgrimiendo que el Barça en su infalibilidad aburre (y curiosamente lo dicen personajes que son aladid del fútbol rupestre y zafio, que de fútbol aburrido tienen un master) pero tanta infalibilidad actual, realizando una proyección a largo plazo hacia unos futuros tiempos deportivos quizás no tan excelentes, consiga llegar a angustiarnos al imaginar la pérdida irreparable de este equipo de ensueño y ganador cuando ya no esté. Es la ineludible ley del péndulo de la insatisfacción culé: disfrutar enormemente del actual exceso pero vislumbrar con cierta preocupación, cuando no anunciar, según sea el grado tribunero y apocalíptico del ancestral culé de bien, la llegada del posible defecto.
Anoche el Barça firmó la enésima goleada de la temporada, en un encuentro cómodo, fácil y maravillosamente bien aprovechado por los chicos de Pep durante la primera media hora de partido. Ayudó en esto el desparpajo de Oltra y su Almería, conscientes de la dificultad de la victoria pero dispuestos a avanzar líneas y buscar algún gol que honrase su actuación en el Camp Nou. Como la inconsciencia hace valientes, a los quince minutos de juego el marcador ya era favorable a los locales por 3 a 0. El Barça aprovechó, letal como un infalible asesino en serie, los espacios que dejó el conjunto almeriense en su propuesta atrevida de jugar en campo contrario, y en tres jugadas a la contra, en vertiginosas transiciones defensa-ataque de los blaugrana, partido y eliminatoria quedaron sentenciados. Aunque el meta Esteban colaboró en los dos primeros goles de Messi y Villa, la tromba fue imparable y la efectividad del Barça plena. Ni con tal varapalo el Almería se echó atrás, empecinado en conseguir petróleo con su velocidad y su profundidad en el juego directo, lo que permitió al Barça seguir ejerciendo el rodillo. Pedro puso la puntilla con un cabezazo por la escuadra legendario y Pinto salvó espectacularmente un remate envenenado de Crusat. En la segunda mitad, conscientes de la sangría, el Almería se dejó el atrevimiento en los vestuarios y se refugió en defensa recordando con dolor el 0 a 8 sufrido en Liga y el Barça se acomodó a la situación dosificando su esfuerzo con la tranquilidad y seguridad que da la confirmación del trabajo bien hecho. Aun así, las ocasiones de gol blaugrana siguieron llegando – remate al palo de Maxwell, oportunas intervenciones de Esteban resarciéndose de sus dos cantadas en los dos primeros goles a remates de Adriano, Mascherano y Pedro – y no fue hasta el minuto 87 que Keita puso el broche de oro con el número mágico al culminar con gran calidad técnica en el control y remate una acción memorable de Messi. Pitido final, gloria a los héroes y otro 5 a 0 mágico en el zurrón en una temporada fructífera en manitas.
La noche tuvo algunos nombres propios dignos de destacar: Messi, por descontado, aunque el de ayer no fuera el mejor Messi conocido (pero aun así, dos goles, un asistencia a Keita y su siempre vertiginosa imprevisibilidad y peligrosidad en su asociación con sus dos fieles escuderos); el tridente Mascherano, Xavi e Iniesta, bien armonizado en sus funciones reguladoras y de mando en el centro del campo; el enésimo recital en defensa de Abidal, ahora mismo, posiblemente, el mejor central de la plantilla – ¡quien nos lo iba a decir a principio de temporada! -; y el entusiasmo efervescente de Afellay, marcándose detalles técnicos de crack. En lo negativo, la esperpéntica labor arbitral de Mateu Lahoz, con su política de listón alto del jueguen, jueguen, el ahorrarse tarjetas más que merecidas ante la impunidad por impotencia de determinados jugadores almerienses, o el penalti tangado a Iniesta.
A falta de un partido trámite, y por mucho que Guardiola se escude en el susto del partido de vuelta contra el Betis en un discurso lógico para evitar el relajamiento de los suyos, la final de la Copa del Rey espera al Barça, resarciéndose así de la decepción sufrida la temporada pasada ante el Sevilla, saldando cuentas pendientes. Así es el Barça. Infalible. Impecable. Ahora que podemos, disfrutemos junto al equipo de su ansia infinita por ganar títulos, de su virtud. Los que se aburran, por decir, con el Barça ni que nos miren. Y los que se angustien por un posible futuro peor, decirles que las penas son menos y la añoranza más llevadera si las vitrinas están más repletas de títulos.