MALLORCA 0 – BARÇA 3
La jugada que desencalló el partido fue un anticipo del carnaval que está por llegar: Keita, con un disfraz imposible de Laudrup, en la asistencia, y Messi de malabarista circense – no sería novedad – con la cabeza – esto ya sí – con un doble toque de control y remate a gol. Fue en el minuto 38 de partido y fue el punto de inflexión que lo cambió todo a favor del Barça. Antes, un Mallorca aguerrido, intenso y tenaz, que hizo de la presión asfixiante su mejor virtud, buscándole las cosquillas al Barça desde su salida del balón, al que, incómodo, le costó arrancar y asentarse con seguridad en el partido, como un saludado en una fiesta de conocidos y amigos sin dos copas de más en el cuerpo. Jugarle muy arriba al Barça para dificultarle el trato del balón es una buena fórmula para torpedear la labor a los chicos de Pep, aunque no infalible, que suele durar lo que las fuerzas del rival sean capaces de aguantar y el propio Barça permitir (y siendo las más veces lo segundo condicionando lo primero). A falta de facilidad para elaborar fútbol, los chicos de Pep tiraron de paciencia y aguante, esperando el instante justo de la acción clave y eficaz para cambiarlo todo. Y ésta fue la conexión Keita-Messi de carnaval. Tras el gol, el Mallorca dejó de creer, cayó en la hipnosis culé y asistió impotente al buen hacer del Barça durante el resto del partido, que no hizo más – aunque sí mejor, producto de la desconexión mallorquina – de lo que había hecho antes, de lo que suele hacer habitualmente, para llevarse cómodamente una victoria que lo sitúa aún más líder en la clasificación gracias al Deportivo y al pinchazo del Madrid de la pegada y la llorera en Riazor. El dominio blaugrana fue total, su veneno letal, también, y la segunda mitad regaló al espectador un Barça pragmático y de máxima fiabilidad, esa versión más sobria del Barça, pero igual de contundente y eficaz, que lo convierte en un equipo aún más respetado y temible. Y todo esto con un Barça sin – sin Valdés, sin Alves, sin Puyol, sin Xavi -, con un Barça supuestamente desnaturalizado y de reválida, con suplentes habituales en un 11 inicial suficientemente competitivo. Ayer las ausencias no se notaron y el equipo, en su funcionamiento interno, no se resintió, y éste es el mejor elogio que se pudo hacer a los recién entrados, que tomaron la bandera del compromiso y la responsabilidad en serias actuaciones a la altura de las necesidades del equipo, destacando en especial Keita y Adriano, dos de los más habituales denostados. Lo mejor del Barça ayer fue que no hubo ningún jugador muy por encima del resto, que todos rallaron a un alto y óptimo nivel de competitividad en una actuación global que debió llenar de orgullo y felicidad a Guardiola, que se sumó a la fiesta haciendo debutar al chaval Montoya en el lateral. Aunque el tridente MVP puso los (grandes) goles de la victoria – 56 goles en Liga entre los tres, uno más que el total de goles que lleva el Madrid de Mourinho a día de hoy en la misma competición, aquí queda el dato– el MVP en Mallorca fue, sin duda alguna, todo el Barça.