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Las camisetas no nos dejan ver la historia

Ante la sorpresa de muchos y la evidencia de otros el presidente Sandro Rosell anunció en el pomposo acto de la renovación de Navarro que el Barça retirará la camiseta del escolta de Sant Feliu de Llobregat cuando éste se retire de la práctica activa del baloncesto. Acto de justicia para uno de los tres mejores jugadores de la historia del baloncesto azulgrana y español junto a (y por detrás de) Pau Gasol y SúperEpi. Inferior al primero en trascendencia y al segundo en liderazgo pero superior a ambos en talento anotador. Poca broma ahí.

Llevo rato barruntando sobre el honor que debe suponer ver tu dorsal 11 en lo alto del Palau al lado de historias vivas del santuario culé como Solozábal, Epi, Dueñas, Masip, Sagalés o Barrufet, y sobre el desconcierto que te debe provocar ver equiparadas tus hazañas, y los méritos que te convirtieron en icono culé, a la coyuntura que hizo que a Andrés Jiménez, Oscar Grau, Xavi O’Callaghan o Iñaki Urdangarín se les dispensara el mismo trato honorífico que a los grandes ídolos del Palau.

Aunque parezca mentira, que Solozábal tuviese que esperar catorce años desde su retirada a la de su camiseta no es el peor agravio del baloncesto azulgrana en este apartado. Lo supera el hecho que en un partido de veteranos entre el Barça y la Penya que se celebró apenas una semana después del homenaje culé a Andrés Jiménez éste vistiera de verdinegro. Tan previsible circunstancia para quién le conocía supuso, más allá de una ofensa para muchos culés, la demostración más palpable de la implicación sentimental del de Carmona en el mundo azulgrana. A todo esto Sibilio y Norris siguen sin su bien ganado laurel en el olimpo culé.
Si la influyencia de Aíto en Núñez benefició a Jiménez y perjudicó a Sibilio y Solozábal la de Valero Rivera en el recientemente condenado por el caso Hacienda hizo que auténticas leyendas de la sección quedasen oficialmente olvidadas y que, por contra, jugadores que no pasaron de peones más o menos oscuros en años de bonanza viesen recompensada su amistad con el capataz con una excesiva gratificación para la posteridad. No se trata tanto de quitar méritos a Grau, Oca o Iñaki en los mejores años del balonmano culé sino de reclamar el papel de quienes contribuyeron a los éxitos de manera más decisiva y notoria.

Son los casos del gran capitán Eugeni Serrano, del tantos años mejor jugador del mundo Vesselin Vujovic o del sueco Tomas Svensson, capaz de convertir al gran Barru en su portero suplente. Y eso sin entrar a preguntarnos porqué tuvo su homenaje el lateral derecho del Dream Team en defensa (Urdangarín) y no lo tuvo el de ataque (Garralda)? Pues por los mismos motivos que no lo tuvieron los anteriormente mencionados: por una realidad y una coartada.

Real fue que en la guerra de egos y bandos del Dream Team Barru, Grau, O’Callaghan, Urdangarín y Barbeito formaban la cuadrilla de Valero, mientras Masip lideraba la contraria, entre la que también se contaban Garralda, Svensson y Serrano entre muchos otros damnificados. La coartada se sirvió en forma de tres requisitos sacados directamente de la entrepierna de Valero Rivera, poco menos que el amo del club en el nuñismo: haber salido de la cantera, ser internacional y retirarse de azulgrana. Lo peor de los requisitos no era que te nominaban sino que te otorgaban el premio directamente. Si lo hiciese Guardiola se cubría el Camp Nou sin necesidad de techo retráctil.

Con estas medidas Valero castigaba a sus enemigo íntimo Enric Masip, formado en la cantera del Granollers y que no habría tenido premio de no haber pasado a la reserva el general aragonés, pero también a Garralda, Serrano (también productos vallesanos) y Svensson, auténticas leyendas con las que el técnico aragonés nunca tuvo buena sintonía.

Digo yo que si algún día fructifica la campaña del Canut de turno para que el Palau retire el pullover Lacoste de Valero como éste se merece será el mismo entrenador quien lo rechace por incumplimiento de dos tercios de sus propios requisitos.