Ha llegado el momento. A las 20,45 horas quedarán atrás las palabras y comenzará lo realmente importante. Porque se ha hablado demasiado en esta previa de la teórica superioridad de los bávaros y del mal momento culé. Tan solo palabras. “Parole”, como diría la gran Mina. Parece que los germanos tienen por costumbre airear ese complejo de superioridad y los catalanes, por su parte, una fatalidad que no es normal. El resultado es que, pese a que el Barça conserva casi intacto un bloque que hace apenas dos años maravilló en la Final de Wembley , ahora parece haberse convertido en un grupo de tuerce botas prejubilados a los que, salvo Messi, hay que echar sin mayor dilación a final de temporada.
He de decir que a mí no me disgusta este nuevo papel. No me disgusta porque confío a muerte en este grupo pese a que reconozco que ha bajado un peldaño de esa atalaya en la que era infinitamente superior a los demás pero aún conserva ese instinto de supervivencia que le hace ser igual de favorito como el que más. Ese nuevo papel de víctima tranquiliza mucho a nuestros rivales que creen, o les han hecho creer que, por fin, tras tragar mucha arena han llegado a un oasis blanco y pueden hartarse de beber. Pero que tengan cuidado con los espejismos, el peor enemigo en el Sahara. El Barça saldrá, en consecuencia, con menor presión que el Bayern esta tarde en el Allianz Arena, con menos que perder,y eso, en principio, es bueno.
No quiero hacer demasiadas cábalas sobre alineaciones porque entiendo que todos tenemos bastante claro quiénes van a jugar y que los que salgan lo darán todo por la camiseta, que, desgraciadamente, volverá a ser el calippo naranja-limón.De lo que sí que podemos hablar es de experiencia en esta fase de la Champions, algo verdaderamente decisivo en la competición, y como ya sabréis también la mayoría, nos encontramos ante la sexta semifinal consecutiva del Barça y la quinta de este grupo de jugadores, algo que, además de ser un récord en una competición tan exigente, es de por sí digno de ser celebrado. Pero la experiencia en semifinales no solo debe servir a los jugadores sino que también a los aficionados para visualizar qué tipo de eliminatoria vamos a presenciar. Somos grandes expertos en ver semifinales de Champions.
En la primera eliminatoria solo hubo un gol en total, el de Scholes, a fallo de Zambrotta y ese gol fue suficiente para apartar a un grupo que fue acusado de autocomplacencia de una finalísima de Champions, una finalísima que acabó ganando un United muy reservón en el Camp Nou. En la segunda casi ocurre lo mismo en Stanford Bridge, de hecho, el famosísimo gol de Iniesta fue conseguido en el descuento, un gol que nos llevó, casi por los pelos y siendo favoritos, a la gloria en la ciudad eterna. En la tercera hubo un volcán, una UEFA intransigente y un complot italo-portugués para que pareciera un accidente, porque así hay que calificar aquella triste y penosa ida de semifinales en la que el Inter remontó el 0-1 de Pedro. En la vuelta, el Barça fue muy superior pero la suerte no quiso que el Barça jugara una deseada final en el Bernabéu pese a haberlo merecido. Al año siguiente la semifinal se decidió en la ida, en el Santiago Bernabéu donde Messi olió sangre tras la justa expulsión de Pablo(?) y dejó dos bonitos goles en el casillero blaugrana. En la vuelta el empate a uno dejó libre y expedito el camino para ganar la cuarta Champions en Wembley. El año pasado hubo más goles, un total de cinco en la eliminatoria, y un equipo afortunadísimo, tanto en la ida como en la vuelta, postes, penaltis fallados, todo parecía estar en contra hasta que llegó el gol de Torres (no podía ser otro) que nos apartó definitivamente del sueño de la quinta en Munich.
En todas las eliminatorias ha habido un factor importantísimo que, al parecer, nadie ha tenido en cuenta en el análisis: la suerte. Por tanto, a pesar del favoritismo, hay que enfocar los dos partidos con confianza y optimismo, la mejor actitud para que la suerte te sonría. Otra es el rigor defensivo, y en el Barça es sinónimo de control del balón sin pérdidas que tanto penalizan nuestro juego y , por encima de todo, el acierto en ataque y ahí es donde entra de lleno la figura de Messi. El argentino es el jugador más determinante que uno ha visto en un terreno de juego. Su hambre de gol y su visión privilegiada de los momentos de juego son casi sobrenaturales. Mascherano, un tipo que cuando habla la suele clavar, dijo que era el único jugador que conocía que dominaba el juego, que no era el juego el que le dominaba a él. Es una gran suerte tener al mejor jugador de la historia en nuestra plantilla y su presencia, aunque sea a un 80%, me hace pensar, que no soñar, que somos más favoritos de lo que nos hacen creer.
Por eso quiero mandar un mensaje de ánimo a aquellos que no las tengan todas consigo. Que repasen las semifinales, que piensen cómo no siempre pasó el favorito y que teniendo a Messi en nuestra plantilla todo es posible, incluso eliminar a este gran equipo que nos ha tocado en suerte. Centrémonos en nosotros, confiemos en pasar aunque el resultado no sea demasiado bueno en la ida. El Día del Trabajo tiene que ser una fiesta en el Camp Nou, hay que llenarlo una hora antes, hacer un mosaico y,sobre todo, dar apoyo a nuestros jugadores. El resto lo pondrán ellos, de eso no me cabe ninguna duda.
Força Barça!!!!