Defender la alegría es un poema maravilloso de Mario Benedetti, pero no vamos a hablar hoy de poesía, o tal vez sí, porque al fin y al cabo el fútbol que hemos visto durante estos últimos años ha tenido mucho de expresión poética casi mística diría yo… pero no es ese el tema creedme, con el que me gustaría entrar hoy en el Yoya tras un largo periodo de ausencia, en cuanto a escritos se refiere.
Durante este periodo silente han pasado cosas en el club, en las que tampoco voy a entrar, ya han sido suficientemente comentadas, a mi juicio y nada nuevo o casi nuevo hay que aportar.
Lo que sí me preocupa y me ocupa es el nivel de pesimismo, catastrofismo diría yo, que siempre parece que invade al barcelonismo en general y al Yoya en particular y que viene al caso, con el titular de este modesto escrito, pues me niego, una vez más a instalarme en él al considerar, modestamente, que esa instalación sería, en todo caso la verdadera vuelta a un pasado histórico, del que no puedo renegar, pero si albergar la esperanza de que no se repita.
Parto de la base, de que yo, como tantos otros, no hubiese hecho muchas cosas, si hubiese tenido esa capacidad de decisión, que todos los “barcelonistas de bien”, parecemos atribuirnos, especialmente cuando las cosas van mal, aunque a la vista de los resultados, y al menos de momento no vayan tan mal, como parece a veces por los posts y comentarios de los yoyeros, yoyaires y demás familia.
Sí, yo jamás hubiese fichado a Neymar por ciento y pico millones, ni por 50, ni por 40 añado, seguramente hubiese fichado a Reus o alguien así, yo hubiese intentado retener a Thiago a toda costa, hubiese fichado a otros etc. etc.
Pero tampoco hubiese dejado ir a Etoó en su momento, ni fichado a Cesc, sobre todo teniendo a tiro a Silva, por ejemplo, le hubiese dado el boleto a Alexis (a pesar de que ahora lleve un montón de goles) en mi equipo Valdés no hubiese jugado más desde su anuncio de salida del club o jamás hubiese debutado el tal Sergi Roberto, yo que sé, son solo ejemplos, que más da… cada cual tiene sus cuitas, sus filias y fobias, sus pajiplantillas (como decís por aquí) etc. etc.
Tampoco voy a hablar de la construcción del futuro, pues no creo que me vayan a encargar a mí poner ninguno de los ladrillos sobre los que se edifique el Barça de los años venideros y ni siquiera puedo desde esta lejanía hellinera participar en el simple hecho de depositar en la urna un voto que hipotéticamente decida el rumbo. Más allá de que ese rumbo, al menos en lo que se refiere al terreno de juego, que es lo que a mí me gusta, es seguro que será complicado, si tenemos en cuenta que al timonel, por desgracia, le queda poco tiempo de permanencia en el manejo de la nave.
Como podréis suponer, me estoy refiriendo a Don Xavier Hernández Creus, que como ya he dicho muchas veces, es el jugador más importante en la historia de este “nostre clum”.
Por eso y por otras muchas cosas, quiero hoy Defender la Alegría, no pido quimeras del tipo “Unidad del Barcelonismo”, se que no existe, dejo esas conjuras a otro lugares y clubes, que carecen no solo de espíritu crítico, sino que viven instalados en la adhesión inquebrantable a líderes que solo tienen el carisma que en cada momento les da el cargo.
Defender la alegría, creo, es otra cosa, sin renunciar, si se quiere de la crítica y la valoración a las diferentes acciones, actuaciones y estados de los nuestros, implica una (aunque sea pequeña) dosis de confianza, que no de estar confiados, que eso suele llevar al batacazo, que tantas veces hemos visto en aquellos que visten de impoluto blanco, por más que tengan el alma (futbolística se entiende) negra.
Mi confianza, grande o pequeña, ni yo mismo lo sé, se basa o depende en los nuestros, en aquellos que un día nos llevaron hasta aquí, pero no porque sean los míos, que también sino porque efectivamente nos han llevado hasta aquí, en el mejor momento de nuestra dilatada historia.
Me niego por tanto a negar, valga la redundancia, nuestras propias posibilidades de aquí al final de temporada y si hubiese que morir, muero con los míos.
Aparquemos, si se puede, por unos meses las diatribas y miremos al verde con el único afán de disfrutar pues se avecinan emociones fuertes. Tanto si es el canto del cisne de esta época gloriosa, como si es un punto y seguido o incluso un punto y aparte, disfrutémoslo hasta la nausea si es preciso.
No sé que va a pasar, no soy adivino, pero mientras dentro del rectángulo que delimitan las líneas de cal, siga iniciando Piqué, cabalgando Alves, controlando Busquets, manejando Xavi, inventando Iniesta, incordiando Pedro y dibujando, esculpiendo y matando Messi seguiré defendiendo la alegría, e incluso esperaré con ansia, que Cesc filtre un pase, que Alexis la meta para adentro o que Neymar haga por fin esa jugada genial que en el fondo, a todos nos haría justificar los tropecientos millones.
El futuro se verá, pero el presente está todavía por venir y voy a esperarlo en el sofá, con los ojos abiertos y defendiendo esa alegría, que por lo menos a mí, aún me dura…