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Crónica

La sonrisa de Tito

No podía ser. El destino no podía ser tan cruel con este equipo y merecía, al menos, poder dedicarle una victoria a quien fue su entrenador, su amigo. Porque el fin de semana fue especialmente prolífico en resultados para el club, la Copa de Europa de Futsal, la épica remontada en handbol y la buena victoria del B en Las Palmas pero faltaba la más importante, en El Madrigal aunque el destino fuera especialmente caprichoso para concederla.

El Tata volvió a los orígenes desde la alineación y volvió a sentar a Cesc en el banquillo para intentar hacerse con este importante victoria pero el equipo, pese a tener unos inicios bastante prometedores, volvió a estrellarse en su mal endémico de este final de temporada: la impotencia. Un Villarreal bien plantado cada vez le cerraba mejor las puertas y las opciones en ataque cada vez eran menos efectivas. Tan solo cabe destacar en este primer tiempo una jugada en la que Messi se escapó de sus defensores y disparó entre las piernas de los defensas para que Asenjo salvara con los pies. Poco más.

Pero cuando la primera mitad estaba a punto de finalizar, de nuevo, una contra en la que nadie supo frenarla a tiempo, acabó con Cani delante de Pinto que no falló con toda la portería libre (sí, digo toda). Gol psicológico y a la caseta a pensar.

En el segundo tiempo comenzó con fuerza  el Barça y el árbitro se comió un claro penalti a Alexis. La suerte seguía esquiva. En estas que armó una buena jugada el Villarreal y Trigueros marcó el segundo gol groguet con un cabezazo desde la frontal del área. Pinto tampoco pudo hacer nada.

Así, cuando el equipo estaba nadando en la miseria surgió la figura de Alves y después la de Messi y entre ambos sacaron al equipo del fango en el que se estaba restregando. Porque fue Alves, que es más Alves sin Neymar en el campo, quien centró para que Gabriel se colara el 1-2 y también fue el brasileño quien centró de nuevo para que Musacchio se marcara el empate de un buen cabezazo, devolviéndonos el que nos metió en el Camp Nou.

Fue entonces cuando Messi olió sangre y tras una gran asistencia de Busi a Cesc, éste cedió al argentino de cabeza para  que diera la vuelta al marcador, y esta vez sí, señalara sus dedos hacia el cielo. Por fin podían honrar al amigo que se había ido, podían llorar de verdad. El árbitro quiso poner un punto de emoción cuando señaló penalti a Busi (en una falta que no fue) y después sacó fuera del área a instancias del asistente. No hubo más.

Algunos jugadores, especialmente Machete, acabaron en el suelo llorando. La presión sufrida en las últimas horas había sido muy grande y las situaciones vividas muy tristes. No sé si ganar este partido será suficiente homenaje para un gran hombre como lo fue Tito Vilanova , pero estoy seguro  de que, esté donde esté, ayer se le escapó una sonrisa.