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Yoyalodije

Las épicas aventuras de Andonan el Zángano

El pueblo enfurecido reclama a Andonan que destruya al Centroll que está destruyendo las defensas de la baronía. Este se lo toma con calma, les recuerda que ya ha cazado a la Bestia Tricéfala (muchos sospechan que siempre se trata de la misma bestia, y que simplemente le van brotando más cabezas después de cada enfrentamiento con el Zángano), y les suplica más tiempo para ir en busca de la legendaria criatura.

Primero baja a las cercanas tierras Valenor, a un par de horas al sur de allí. Le parece correcto ir a buscarlo cerca, tampoco tiene un héroe como él desgastarse por un tema tan trivial. Allí se encuentra con que efectivamente, hay una criatura, anciana, rodeada de un oscuro humo. La criatura se defiende, e insiste en que no es un Centroll como el que está buscando, que tan solo es un Laterasgo Reconvertux. Andonan, con su ingenio habitual, le insta a ha hacerse pasar por centroll para que así el populacho le deje tranquilo. Tras una batalla épica, Andonan considera que la criatura le está costando demasiado esfuerzo y se va.

Pone su objetivo más al norte, en las tierras de Parisengar, donde dicen que ha aparecido uno de esos centrolls tan codiciados. Al llegar la torre de la hechicería donde habitan los qartharís, en sus puertas está el ser, que se hace llamar Marquitheon. Alto, fuerte, noble. Rápido al corte y todas esas cosas que se dicen que ha de tener un buen centroll. Andonan se lleva la mano al cinto, y descubre que se ha dejado la espada, vete tú a saber donde. Asustado, le ofrece al Gran Hechicero un pacto, entregará toda la comida, el agua y las mujeres de la baronía, a cambio de que le ayude a cazar al centroll. El Gran Hechicero se ríe en su cara, y le contesta “Pero si todo eso que me ofreces ya es mío. Anda a cascarla, Zángachancletas”.

Triste, Andonan envía palomas mensajeras… o mejor, cuervos. Sí, cuervos, que queda más como literatura para malotes. Pues eso, envía cuervos negros a todos los bastiones, fortalezas, emplazamientos, torres vigías y campamentos del gran occidente, preguntando que que tal va eso, que nosotros bien, gracias por preguntar, y si sería posible que tengan por ahí un centroll al que no cueste mucho dar caza. Uno normalito nos sería suficiente. No ha de ser ni un centroll de verdad, con que se parezca, estilo un buen Pivogro Defensius, que ya vale. Las respuestas, la mayoría llenas de chanzas, no se hacen esperar. A Hammer el Alto lo acaban de cazar unos bretonianos, que iban armados con un saco y una cuerda elástica. A Blind (su nombre ya suena guay), otro Laterasgo Reconvertux, le gustaría mucho que lo cazaran, pero claro, está en tierras del malvado brujo Johannes el Odiado, y a Andonan no le gustaría terminar convertido en un lechón. Y así todos los demás, siempre con problemas, o muy lejos, o mucho esfuerzo, o se le adelantan otros héroes menores (dios maldiga cienmilveces a Txigard el Teletextus, siempre certero con su arco mágico +5).

Al final, Andonan el Zángano regresa triunfante a la baronía. Ha encontrado una solución. Una que estaba ahí mismo, frente a sus ojos, a pesar que no se le había ocurrido antes. Al llegar, organiza una reunión en el Gran Arca, y todos los aldeanos acuden esperanzados. Nuestro héroe, muy orgulloso, se alza frente a todos y les grita con una alegría histérica: “El Centroll está aquí. ¡Siempre ha estado aquí, entre nosotros! ¡¡¡Tomad!!!”.

La cabeza golpea los escalones que hay desde el púlpito hasta los primeros bancos. El rostro, todavía con un gesto de furia, es un poema. La testa sin cuerpo del Gran Maschedragon observa desde el infinito a todos los presentes.

La sorpresa inicial deja paso a la comprensión. El pueblo enciende las antorchas. Andonan huiría, pero joder, que pereza