El año pasado cuando el Levante pasó por el Camp Nou recibió una goleada de escándalo, 7-0, y el siempre ocurrente Caparrós dijo aquella famosa frase de que ir al Camp Nou es como ir al dentista, en un símil bastante acertado y que me cuadraría bastante con lo ocurrido ayer en el Bernabéu. El Barça pasó por su dentista particular, un equipo parido para buscarle las cosquillas y con jugadores que convierten ese día en una final de Champions particular. Porque el Madrid ganó ayer por consistencia y por creer en lo que estaba haciendo: por pura convicción y el Barça se deshizo en el espejismo de los diez primeros minutos y se convirtió en un mar de dudas, imprecisiones y debilidades.
El Barça volverá a su Liga el próximo sábado contra el Celta, y probablemente, los gallegos salgan goleados de Barcelona pero ayer el proyecto Luis Enrique recibió un torpedo en la línea de flotación de su proyecto, recibió un tortazo en la credibilidad del grupo, y sobre todo, del entorno. Tras el primer tropiezo de París hubo alguna excusa porque el equipo pudo empatar pero ayer no hay excusas, de no ser por el orgullo de Mascherano ayer nos hubieran devuelto alguna de esas goleadas que todavía escuecen en Madrid.
Pero el problema, lo peor de todo, es que si te paras a pensar Luis Enrique alineó a lo mejor que tenía ayer. La decisión de sustituir a Alba por Mathieu la hubiéramos aprobado casi todos al inicio, que Xavi se estaba mereciendo la titularidad tras el bajón de rendimiento de Rakitic, también y finalmente, la más discutible, la de salir con Suárez de inicio no se puede decir que saliera mal. De hecho, el Barça perdió por otras cosas.
En primer lugar porque el Madrid es mejor ahora que con el sobrevalorado Mourinho, Ancelotti ha demostrado que es el entrenador ideal para un equipo como este, es el mejor chófer para este Rolls Royce, le va bien hasta la gorra de plato que lo colocó Florentino. En segundo lugar porque el Barça es peor ahora, las versiones actuales de Piqué, Alves, Busquets, Iniesta y Xavi son, según los casos, una caricatura de lo que fueron hace cinco años y eso es difícil de arreglar desde el banquillo del entrenador. En tercer lugar porque la secretaría técnica ha estado durmiendo el sueño de los justos durante los buenos años y no se ha percatado de que la plantilla se estaba marchitando y, cuando ha querido, no ha podido. El resultado es que Alves no debería ser titular pero no hay nadie mejor, Piqué debería estar traspasado desde hace tres años pero juega porque no tiene sustituto, Busquets ha tirado su carrera por su extraña entrega a Del Bosque y Xavi debería estar haciendo bolos por USA pero, al no tener un recambio de garantías, sigue jugando con casi 35 años. Esa es la realidad.
Si trasladamos esto a un partido del más alto nivel como el de ayer nos encontramos con que el Barça salió como siempre, como si fuera el año 2011, de hecho hasta marcó un gran gol Neymar, un buen jugador criticado no por su indiscutible valía sino porque simboliza lo mal que se han hecho las cosas durante los últimos años. Pero el Madrid sabe a quien atacar y con quien. Marcelo le hizo varios trajes a un desbordado Alves hasta que Piqué cometió la torpeza por falta de concentración que nos regala en cada partido tirándose al césped como un peso muerto (me recordó las caídas de Pinto) y haciendo un penalti tan claro como tonto. El Barça no dio más de sí tras el gol de Ronaldo y todo lo demás fue cuestión de tiempo.
Como no, a balón parado, como en París o como perdimos la Liga el año pasado en casa, nos volvieron a sacar del partido en un córner en el que Pepe marcó bajo la atenta mirada de Busquets que no tuvo a bien estorbar por si después no salía bien la foto. Luis Enrique intentó mover al equipo con los cambios y entró un desconocido Rakitic al campo que, por perder, hasta ha perdido la noción de cómo sacar un córner. En estas que un córner se convirtió en contrataque blanca y una jugada incomprensible entre Iniesta y Mascherano dejó a un gran Isco solo para que cediera a Benzema y rematara el partido.
Si lo visto hasta el gol de Benzema fue triste, a partir de ahí, fue patético. Un Barça descosido intentando atacar a un Madrid seguro que cada balón que recuperaba convertía en un mano a mano a la contra y que, como he dicho, solo el orgullo de Mascherano, que se multiplicó en esta fase, consiguió evitar un resultado sonrojante y que hoy tuviéramos que pasar el día escondidos en casa. Fue solo un 3-1, afortunadamente.
La buena noticia es que en Liga ya no nos volvemos a encontrar con ellos hasta marzo, aunque en enero haya una peligrosa coincidencia en el cuadro de Copa. Por mucho que Luis Enrique lo intente, tiene lo que tiene, y a día de hoy, parece una quimera que pueda recuperar la mejor versión de ciertos jugadores y en el banquillo hay lo que hay. No nos queda más remedio que bajar nuestras expectativas y pensar que la Champions es, a día de hoy, una quimera para este equipo. Ganar esta Liga sería un exitazo. Vuelve Tata.