¿La más alta ocasión que vieron los siglos? Así, así, pero no
¿El evento más relevante desde el Big Bang? Mmm…Casi, pero todavía no
¿La reunión que justifica la existencia misma del tiempo, del espacio, de todas las dimensiones del multiverso y que envidiaría cualquier ente dotado de consciencia presente, pasado y futuro? Definitivamente SÍ.
Señores semi-jóvenes yoyeros: agárrense las gafas de leer relatos míticos y vayan preparando su cuenta de Pay-pal. En exclusiva para todos ustedes y en riguroso revisionismo diferido, la unipersonal Mecan Oranjanic University se complace en presentarles la crónica de los dos días que conmovieron al mundo. Un relato desgarrador que incluye highlights escalofriantes que erizarán su cartoniana cabellera: jevis italianos, jamones en papeleras, extras de Torrente, ronquidos metahumanos, maldiciones de vendedores ambulantes, televisiones menguantes, abrazacos entre yoyeros, agresiones entre yoyeros, adultos menores de 75 años pidiendo cervezas sin alcohol, champagnes regadéricos, celebraciones erotico-festivas-rompe-somieres e incluso al Mecano Naránjico pagando algo de su propio bolsillo.
YOYAFEST. DÍA I.
Todo comenzó con el viejo truco ¿Llevan más de una hora esperando a alguien que no da señales de vida? Pídanse un café, enciéndanse un cigarro y mano de santo, hoygan. Allá en la lejanía se divisaron las figuras de Roncerdo y Miguelix con las manos entrelazadas, explicitando esa “complicidad”, “camaradería” y “entendimiento” que sólo puede engendrar un trayecto de 3 horas en coche que (mágicamente) se convierten en 5. Ejem.
Desatendiendo todas las señales que me invitaban a adherir firmemente las posaderas contra la pared más cercana, procedí al ritual anfitrionesco de rigor: abrazacos de anaconda y palmadacas en la espalda sin escatimar potencia de impacto. Hechas las presentaciones, no había tiempo que perder en acometer lo realmente crucial del asunto: comercio, bebercio y rajar de… estooo, y compartir nuestras fundamentadas opiniones sobre la mayoría de ustedes. Huelga añadir que si a alguien le pitaron los oídos durante aquel día, vayan al otorrino y déjense de maledicencias vagamente fundamentadas.
En el ágora ateniense también se ponían hasta arriba. Al loro que no les engañen.
Llegados a éste punto, cabe señalar un incidente que muy bien pudo acabar con servidora haciendo el molinillo budspenceresco con los negligentes invitados. Andábamos enfrascados en nuestra jocosa cháchara, cuando a lo lejos oteamos a un gordaco luciendo con indisimulado orgullo una camiseta de la Juventus. Ergo apestaba a “mandrilerdo warning” desde Alfa-Centauri por lo menos. Pero hete aqui que la tragedia se abatió con fatalidad para escarnio de los autores, a los que el Destino puso en bandeja la fotaca metafórica del Siglo. Me ausento dos minutos y a mi vuelta comentan con la inconsciencia del que ignora hasta que profundidad ha metido la pata: “Acabamos de ver pasar al gordaco saliendo de esa tienda. Llevaba una bolsa gigante de papel higiénico ¡4 rollos king-size XXL! Nos hemos quedado tan flipados que se nos ha olvidado echarle una foto…”. Así se escriben las tragedias, hamijos. Por lo demás, la jornada transcurrió por los cauces esperados de ebriedad y carraspeo a la hora de apoquinar las consumiciones.
El reloj señalaba las 1:30 cuando entraron en vigor las regadéricas ordenanzas municipales por las que las terrazas deben ir plegando con implacabilidad hitleriana. Consumado pues el atropello, los invitados insistieron muy mucho en finalizar la velada en su habitación hotelera. Con los sentidos embotados y la guardia baja, acepté trasladar los fastos al citado cubículo. Una vez alli y parapetado en una esquina con vía directa hacia la puerta de salida (just in case), prosiguió la tertulia mientras insistían en darme a probar brebajes extraños y Miguelix hacía sonar una maquinita infernal, cuyo verdadero propósito sospeché que era dejarme mesmerizado vaya a usted a saber para qué oscuros fines. Comoquiera que la maniobra envolvente no surtió efecto, dimos por concluida la jornada sobre las 5:00 AM. y salí disparado por patas del “Hotel California” hacia casa.
YOYAFEST. DÍA II.
El violento seísmo me despertó alrededor de las 10. Aún con los ojos de huever y la boca pastosa por el resacón, abrí la ventana a tiempo para escuchar el mensaje tranquilizador de los Bomberos: “No se alarmen. Ésto no es un terremoto. Repetimos, no es un terremoto. Hemos hallado el epicentro del seísmo en la habitación 212 del hotel cercano. Al parecer, un inquilino oriundo de Bilbao ha estado roncando toda la noche a pata suelta y sólo debemos lamentar daños materiales”. Que luego a alguien acabaran apodándole “Ronquerdo” no debería sorprender a nadie.
Asi que, una vez despierto y sin coartada para escabullirme en la recepción del siguiente asistente, dirigíme presto hacia la estación de tren para colisionar espacio-temporalmente con Cretini. Uno es mucho de la broma, pero la ideaca que pergeñé para recibir al célebre italo-sevillano estuvo a ésto del FAIL más bochornoso. Pensaba que la simpática gracieta que pueden contemplar más abajo podría ejecutarse sin excesiva infraestructura. No contaba con la multitudinaria presencia de la “Comisión Permanente del Sindicato de Viejunos Aburridos” en plena estación, quienes escrutaban mis torpes intentonas selfísticas al modo de “Los Pájaros” de Hitchcock. Por suerte, finalmente atiné al mismo tiempo que el Vigilante de Seguridad comenzaba a consultar algo por el walkie con gesto whatthefuckesco.
Al borde del selfie póstumo junto a las vías del tren
Exhalé un hondo suspiro de alivio cuando descendió del tren. Efectivamente, éste tampoco era más alto que yo. 3-0. Después de un sentido abrazo tras el cual las carteras continuaban en sus respectivos bolsillos, procedí a las presentaciones de rigor entre la muchachada yoyera. Como era de esperar, el Regaderismo empezó a dar señales de vida en pleno desayuno. Nos topamos con una comitiva de jevis italianos. Así. Como lo leen. Jevis. Italianos. No sólo existen. Estaban en Jaén. Jevis italianos. Como suena. No voy a decirles junto a que habitación se alojaban porque tampoco me iban a creer.
Ya sólo faltaba por llegar Scotty, que venía por carretera. Como se ve que tomó un atajo Sevilla-Melbourne para llegar a Jaén, consensuamos que esperar 4 minutos a alguien tiene un pase, pero 5 ni de coña. Con la vaga excusa de turistear hacia la catedral y el firme propósito de redoblar el comercio y bebercio de la jornada anterior, dirigiose la comitiva hacia el casco histórico. Jacarandosos y dicharacheros en su alegre trotar, topose la expedición yoyera con ÉSTO
“Opacidad constante y deflagración en el vórtice apnéico” -anónimo-
Si han ejercido alguna vez de anfitriones, entenderán ese sentimiento que te asalta cuando ves algo que te deja muy roto y que, aunque ajeno a tí, de algún modo te incumbe al tratarse de tu ciudad. Lo bueno de poseer mis reflejos zubizarretescos es que maquillé el hallazgo como obra de un pseudo-Banksy jaenero que suele hacer éste tipo de cositas. Las risitas ahogadas confirmaron mi sospecha de que había colado.
Finalmente, Scotty dió señales de vida telefonescas y proporcionó sus coordenadas. Entre todos acordamos que lo justo, razonable y hospitalario era que se pegase la misma caminata que los demás y viniese a patita hasta donde estábamos. Cuesta arriba, con 36 grados y en pleno mediodía. Sin más detalles para identificarlo que una vaga descripción acerca de su camiseta culé, un escalofrío mancomunado petrificó a la yoyerada cuando se aproximó un individuo que respondía al perfil…con gafas de sol y conducido por un pastor alemán. Cruzamos miradas de perplejidad y (personalmente) pasé de considerar su retraso como un desaire, a catalogarlo como heroicidad imparangonable.
Por suerte y en pro de la convivencia (y la posibilidad del baneo eterno), a nadie se le ocurrió soltarle “¿Lleva alguno que acabe en 5?”. Debajo de aquellas gafas lucían dos espléndidas córneas completamente equipadas, para chasco de futuros chistecitos acerca de administradores de foros. Si alguien dudaba de que SCOTTY-IS-THE-MAN, la cuestión quedó rápidamente zanjada cuando tomó las riendas del rebaño y lo pastoreó ipsofácticamente hacia la terraza más cercana.
Sostengo firmemente que, del mismo modo que a Newton se le encendió la bombilla debajo de un manzano, Einstein formuló su teoría mientras estaba de cañas. A ver quién es capaz de medir el tiempo después de la octava jarra de medio litro ¿Una hora, tres, cinco? Who cares? Ajenos a las miradas de envidia de los transeuntes y embriagados de yoyerismo fraternal, comerciamos, beberciamos y rajam….digo, y “cartografiamos” sin medida el Universo Yoyero y sus habitantes. Cabe destacar la curiosidad de que ninguno de los presentes abandonase la mesa para ir al WC. Desde luego, si alguno pensaba que cometeríamos la felonía de “cartografiarle” en su ausencia, estaba en lo correcto.
Cretini ganó por unanimidad y con todo merecimiento el “1st Yoyafest Manicure & White Jewelry Award”
Quizás fue el declinar del sol. O tal vez el repicar de las campanas. Lo mismo a alguno le dió por mirar el móvil. El caso es que de entre la bruma etílica y el cacofónico coro de voces ya balbuceantes, emergió una reflexión de cierta relevancia : “Hoygan, que son casi las 7. Ustedes verán, pero juraría que hay un partido que ver y estamos en la otra punta de la ciudad…”. Huelga comentar que casi todos comprendimos instintivamente la relevancia de lo que estaba a punto de ocurrir. Llegados a éste punto, es preciso recordar que la Vida en sí es adaptación al medio y supervivencia del más apto. Ergo si viene el camarero con la cuenta y aún no has salido por patas, échale la culpa a Darwin, amigo. Los demás nos limitamos a ejecutar instintivamente el imperativo biológico. Dejémoslo en que sería altamente inelegante señalar al desafortunado apoquinador.
Y allá, rumbo a su cita con la Historia, emprendió el descenso la comitiva yoyera. Abrasados por el sol y renqueantes por el zumo de cebada, caminamos cuesta abajo con paso lento pero inseguro. ¿Grupo salvaje epítome de lo cool caminando a cámara lenta a lo “inicio de ‘Reservoir Dogs’ “? ¿Desolador puñado de tipejos de mediana edad tambaleándose a lo “extra de ‘The Walking Dead’ en super-slow-motion”? Dejémoslo a la imaginación del lector ¿Y el Regaderismo preguntarán? Bien, gracias. Más allá del resultado que deparase la final ¿que podría inquietarnos? Pues lo que ocurrió sin previo aviso: un diluviaco del copón en pleno 6 de Junio. Y habiendo reservado una terraza al aire libre. Ferpecto.
El chaparrón se prolongó durante una media hora y, empíricamente, podemos dar fé de que un sustaco imprevisto neutraliza la tajada más arraigada. Y para que ustedes no viniesen luego con sus tiquismiqueces de “Vaya, para una vez que se reúnen y no se echan ninguna foto de cuerpo entero”, decidimos inmortalizar el 85% de nuestras esbeltas fisicidades para la posteridad. ¿”Fraternidad yoyera” o “Desconocidos pasados de rosca apoyándose unos en otros para evitar derrumbarse contra el pavimento”? Nuevamente lo dejamos a su libre interpretación.
A estas alturas, el único que podía pasar sin problemas el control de alcoholemia era el perrete. Creemos…
Con insospechada puntualidad, finalmente llegamos al establecimiento reservado y en razonable estado de revista beoda, aunque faltaríamos a la verdad si negásemos que al repasar la alineación del Barça, oyéronse algunos residuales “Der Esdeguen” y “Gruaguitich” entre la tropa. Todo éste despreocupamiento juvenil tornose en gravedad adulta cuando, unánimemente, caímos en la cuenta de que “¡NENE, QUE VAMOS A JUGAR UNA FINAL DE CHAMPIONS, COPÓOOOOOOOOOOON!”
Alguien observaba la escena parapetado (con buen juicio) tras un banco cercano, con esa expresión ambivalente del niño que ve a sus padres bailando en una boda: risa nerviosa mezclada con ganas de ser tragado por la tierra. Efectivamente, era la última incorporación a la alineación yoyera: Castigador. Su asistencia recibió una cálida acogida a la hora de implementar la iniciativa “Divide y vencerás”, pues nunca sobra un yoyero a la mesa cuando todos albergamos la secreta intención de hacer un Usain Bolt cuando traigan la cuenta.
Llegó la hora de disponernos alrededor de la mesa y apostamos por un 1-3-2-(1), con Scotty en la presidencia, a su derecha (en órden descedente) Roncerdo, Castigador y Cretini, a la izquierda Mecano y Miguelix. Completaba la alineación el perrete Balou, gaspartianamente ubicado bajo la mesa. Por parte del restaurante, el encargado apostó por un 1-3-1, donde los tres camareros centrales atendían al grueso de la yoyerada, el de la punta abastecía en exclusiva a Scotty y el último vigilaba las posibles rutas de escape.
Serían aproximadamente las 20:15 cuando tuve que apelar a mi autoridad (científica, por supuesto) para abortar un conato de rebelión. Los rayos del sol declinante incidían directamente sobre la pantalla de TV y debí emplearme a fondo explicando los conceptos de rotación y traslación terráqueos para convencerles de la transitoriedad del fenómeno. A la tercera intentona y con marionetas, pero los convencí.
Imaginen que están sentandos, esperando con tensión contenida a que empiece uno de los partidos de su vida y ¿qué es lo que mejor les viene en ese momento? Pues un vendedor ambulante tocapelotas, por supuesto que sí. Tampoco nos engañemos: difícilmente iba a conseguir mucha venta dado el perfil de los asistentes, pero qué menos que declinar el ofrecimiento con amabilidad. Cuando el tipo terminó de ofrecer uno a uno la mercancía, obteniendo la misma cortés negativa, no se le ocurrió otra represalia que gritar mientras se marchaba: “¡Juve, Juve, Juve!”. Una de esas ocasiones en las que odias que exista un Código Penal vigente, ya me entienden…
La terraza presentaba 3/4 de entrada a escasos minutos del inicio, un par de mesas afines a la causa y, aparentemente, ningún mandrilerdo identificable en las mesas circundantes. Ahora bien, para sospechar que había más de uno emboscado no hacía falta el olfato de Balou (adiestrado para ladrar al grito de “¡Cristiano!”, true story se los juro). Que enseñaran la patita o no iba a depender de nuestro rival. Y vaya que si la enseñaron. Para desgracia suya, claro.
Habrán oido el chiste de que no hay mejor manera de hacerse creyente que una tanda de penaltis en una final de Champions. Pues mucho agnosticismo y ateísmo de postureo, pero cuando el policía municipal turco pitó el inicio de partido, el que no mascullaba rezos ininteligibles, se persignaba con disimulo o hiperventilaba abiertamente. Balou continuaba bajo la mesa ovillado en su gaspartismo perruno. La gloriosa excepción a éste aquelarre de supercherismo estéril fue la calma zen de servidora. Luego les contarán que en esa primera jugada en la que Machete se escurrió y la echó a corner, le dí una calada al tenedor mientras intentaba pinchar el flamenquín con el cigarro, pero no se dejen embaucar.
Principiaban a escucharse las primeras tímidas objeciones al inicio de los nuestros (“es que todas las p*tas finales de Champions tenemos que empezar haciendo el gilip*llas”), cuando Alba controló un largo pase cruzado de D10S. En ese momento me asaltó una terrible duda. No soy de los que celebran los goles arqueando levemente la ceja y dando un par de tímidas palmaditas aristocráticas you-know-what-I-mean (recuerden que el Iniestazo me regaló 5 puntacos de sutura en el perolo) ¿Pero cómo lo celebrarían el resto de yoyeros? ¿Si hago mi habitual grito hipohuracanado, me quedaré sólo en la celebración recibiendo miraditas amonestadoras? La respuesta llegó cuando Rakitic marcó: sin saber cómo, aparecí bajo el televisor berreando y brincando abrazado a Miguelix y Cretini ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, HOST*APUT*COPÓNYAAAAAAAA!!!!!!!!!! Para acabar de redondear el momentazo de felicidad suprema, por la ventana del Restaurante Chino contiguo se asomó a destiempo un tipo con cara de extra de Torrente (aka “Cara Antigua” ) y expresión despistada, preguntando a la mesa más cercana “Pst, oye ¿quién ha marcado?”. Cuando le informaron, volvió al sarcófago con un ligero mohín de frustración.
La sucesión de ocasiones a favor del Barça fue incrementando el sobradismo de los presentes. Las supersticiones de antaño se volatilizaron mágicamente y todos henchíamos la pechera, poniendo morritos sonrientes y arqueando la ceja en plan “YOYA, pero iba de falso humilde”. Volvía a demostrarse que quién pega primero, pega dos veces. Asestar un golpe devastador al rival aprovechando su confianza. Axiomas que pusó en práctica Castigador de forma magistral: cuando Roncerdo fue a echar mano al plato de jamón, ya se lo había pulido ¡JUGÓN!
Cuando el árbitro señaló el final de la primera parte, se respiraba un ambiente de franca satisfacción. Los temibles Vidal y Tévez ahora nos parecían descartados en el casting de “Apocalypto”, Pogba un bailarín salido de un videclip ochentero, Allegri seguía congelado con su perenne rictus de “no veo bien de lejos y estoy estreñido” y Morata tenía aún más cara de tonto de lo habitual. Para ahondar en el sobradismo rampante, Cretini informó de un mensaje enviado por un amigo entrenador-pitoniso-que-siempre-clava-los-resultados, profetizando un 3-1 con el pito. Aquello olía ya a profecía autocumplida, por no decir a molesto trámite. El apetito comenzó a rugir y el camarero encargado de marcar a Scotty solicitó por primera vez la asistencia del masajista debido a los calambres. Pero yo no dejaba de observar el gaspartismo perruno de Balou, que continuaba agazapado bajo la mesa y nos miraba de reojo como diciendo “Ayayayay, verás tú…”. Su instinto animal le estaba avisando: el pechopalomeo al descanso también es madridismo.
La segunda parte comenzó con un comentario regadérico que venía de una mesa cercana: “Los italianos son la hostia, tú. Pierden tiempo hasta cuando van perdiendo”. En aquel momento, no le concedí mayor importancia que la de un chistaco puntual. Menos aún cuando el Barça acababa de ejecutar dos jugadas magistrales que no acabaron en gol por puro milagro y la Juve parecía implorar al turco que pitara ya el final. Pero cuando Marchisio taconeó ese balón, experimenté un chispazo premonitorio que se convirtió en trágica certeza cuando Ter Steguen rechazó el disparo… y contemplamos con horror QUIÉN iba a rematar a puerta vacía. Efectivamente. La Gran Regadera Cósmica había asomado la patita y su pitorréico “¡¡¡Tu-tu-túúúúúú!!!” reverberaba con el más tragico de los ecos. Y para rematar el Chernobilazo (menudo descubrimiento, dirán) los mandrilerdos emboscados se despojaron por fin de su disfraz humano.
Cada uno enfrenta el Horror a su manera y tampoco es cuestión de dar nombres. El que no se comía el servilletero, se frotaba las manos compulsivamente, batía el record mundial de tembleque en extremidad inferior o se encendía tres veces un cigarro por la parte de la boquilla. Mención aparte merece la gestión del pánico por parte de cierto anónimo administrador de foro, quién (durante los 13 minutos del Terror) insistía en vociferar que “alguien está reduciendo el tamaño de la pantalla del televisor ¿Pero no véis que cada vez es más pequeña? ¡¡¡¿¿¿Es que no lo véis???!!!”. Al temor por el resultado, servidora le añadía la vaga sospecha de que, en caso de derrota, el anfitrión vería represaliado su gafismo con una live performance inspirada en los finales de “The Wickerman”, “Braveheart” y toda la saga de “Saw”.
La Juve se venía arriba. Nosotros nos veníamos abajo. Los mandrilerdos se nos venían encima. El marcador de Scotty iba y venía. Todo era muy confuso. Manos crispadas. Dientes rechinantes. Ojos sudorosos y frentes desencajadas. O al revés, yo que sé. Aquello parecía el final de la canción beatleiana “A day in the life”. Un crescendo monstruoso de instrumentos orquestales subiendo y subiendo y subiendo de tono, trepando angustiosamente por toda la escala de notas, a punto de estallar en un clímax de agudos imposibles… Hasta que un solemne y grave pianazo abate el histerismo. Traducido a formas más prosaicas, Messi se sacó la chorra y a la Juve se le acabó la tontería ¡¡¡CLOOOOOOOOOOOOONG!!!
EL A-C-A-B-Ó-S-E, HOYGAN…
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!!!!!!
Juraría que (contraviniendo el principio de impenetrabilidad de los cuerpos -ejem-) atravesé la mesa y varias sillas para fusionarme con Miguelix y Cretini en una orgía de gritos extasiados, bailes tribales furibundos y contundentes cortes de manga en todas las direcciones. Abrazamientos gorilescos entre la yoyerada y suspiros como para inflar una flota de zeppelines. Por supuestísimo, Scotty hizo hincapié en señalar que la pantalla había recuperado su tamaño original.
¿Cúanto queda? ¿¿¿20 minutos??? Bueno, bueno. No ejerzamos aún la succión festiva de nuestra genitalidad verticalizada. Ahora a vamos a tener cabeza y dedicarnos a controla….¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOooooooooooooll?????…..(nomejodasquelohaanuladoyhemoshechoelgilipollascelebrándolo)…..
El saldo de la celebración Fail resultó doblemente amargo. Al papelón ejecutado frente a la audiencia, hubo de añadírsele un desafortunado incidente. Unos lo atribuyen a la fatalidad. Otros apelan a la probabilidad. Incluso algunos desalmados conspiranoiéan (?) señalando una soterrada intencionalidad, originada por un rencillesco “quítame-allá-esos-Creixells”. Hasta que el asunto no se diseccione cabalmente en la mesa de “Cuarto Milenio”, el caso es que en pleno pogo celebracional…impacté mi codo contra la patumística mandíbula Cretiniana. Si ya está feo atizarle una piñaca a un señor mayor, imagínense que encima es conyoyerdo. Mis sinceras disculpas fueron (aparentemente) aceptadas, aunque en adelante dedicó un ojo a seguir el partido y el otro a vigilarme.
Recreación artística del “incidente”
Seamos sinceros. Si ha llegado hasta aqui leyendo todo éste tochaco insufrible (yo no lo habría hecho, puede jurarlo. Diría más: hasta dudo que alguien lo esté leyendo y probablemente estoy escribiendo para mí mismo. Da igual, éste paréntesis ya se está alargando en demasía, hasta el punto de que van (o voy, más bien -otro paréntesis dentro del paréntesis principal- ¡Bravo, ricemos el rizo ¿O era “rizemos”?) a olvidar la frase que le antecedía. Aunque acabo de caer en que no cerré el paréntesis anterior. El secundario sí pero no el principal ¿Aún sigue leyendo? Uf, meritazo el suyo. Podría seguir divagando para espantarle y así abandonar de una vez éste Himalaya cronical que me está costando la salud…….()…..(())….)(…… Bueno, creo que ya me he desahogado y puedo continuar. Discúlpeme si hay alguien leyendo o discúlpome (?) en caso contrario. Como señal de buena fé, le aviso de que comenzaré el siguiente párrafo con el mismo “Seamos sinceros” que encabeza éste. Avise a los demás. De nada.
Seamos sinceros …Retrospectivamente, podría decirles que afrontamos los minutos restantes con el firme convencimiento de que ahora sí que sí. Tu-ru-rú. Cualquiera de los presentes habría dado lo que fuese porque pitaran el final cuanto antes (no tanto como abonar lo consumido, pero ya me entienden). Lo que pasa es que luego sólo nos acordamos de cuando levantan el copón y hacemos como que no ocurrió ¿A que sí? Pues claro, hombre. Usted, aquel, el otro y el de más allá andaban presos de la histeria y no pasa nada por decirlo. A ese del fondo que piensa “pues yo andaba muy tranquilo, qué quieren que les diga. Eso no se podía escapar”, me gustaría haberlo visto por un agujerito mientras se comía las uñas hasta la altura del hombro.
Mientras el Barça no marcase el tercero, aquello sería un sinvivir. La parte buena era que ya habían transcurrido 10 minutos de angustia. La mala, que aún quedaban otros 10 de pavor y un descuento indeterminado de muerte agónica a lo “El pozo y el péndulo” de Poe. En esas ocasiones extremas es cuando los ONVRES toman el mando y Scotty THE MAN no podía ser menos. Con arrojo de caudillo temerario, se abrochó el cinturón de explosivos verbales y comenzó a vociferar comentarios dirigidos indisimuladamente hacia los mandriles cercanos. “¡¡¡TRANQUIIIIIILOS, QUE NO MAAAAAARCAN!!!” “¡¡¡AHI LA LLEVA EL MEJOR JUGADOR DEL MUNDO JUNTO CON CRISTIAAAAAAAAAAAANO RONAAAAAAAAAAAAALDO, POR SUPUEEEEEEESTO!!!” “¡¡¡CINCO, SÍ. NADA MÁS QUE CINCO…PERO QUE YO LAS HE VISTO TODAS ¿EH? QUE NO HAN TENIDO QUE CONTÁAAAARMELOOOOOOOO!!!”. No hay palabras para describir aquel one-fucking-man-show. De hecho, deben estar fabricándolas todavía porque las existentes se quedan cortas para reflejar la grandeza de aquello.
Experimentar ese puto carrusel risa nerviosa, carcajada desternillante, congoja ay-que-ya-van-por-el-85, era como entrar en el agujero negro de “Interestellar”, viendo chiribitas por todos lados, relojes blandos dalinianos o incluso darte la mano a tí mismo en la curvatura espacio-temporal. La sustitución de Suárez contribuyó a acentuar ésta sensación, porque (cronómetro en mano) les reto a que encuentren un futbolista que haya tardado MÁS en abandonar el campo con tanto disimulo. Bendita cojera.
Minuto 90. La cordura comienza a abandonarnos. Scotty entrecomillado y cursivo. Ataca la Juve. “¡Pita yaaaaa!”. Recuperamos la pelota “¡Ahora no vayas a pitar!”. La perdemos “¡¡Que pites ya, copóooon!!”. La robamos “¡¡¡Ni se te ocurra pitaaaaar!!!”. Sacan el cartel con el descuento. “¡¡¡¿¿¿5 MINUTOS, JOPUTAAAAAA???!!!”. Alguien recuerda que en Lisboa descontaron lo mismo. Una silla vuela en esa misma dirección. Fuego amigo, pero fuego al fin y al cabo. Pico cerrado. Ter Steguen, paradón y corner “¡¡¡Pitayapitayapitayaaaaaaaarrgh!!!” Balón a la olla. Voleón parriba, patadaca a Alves y tampoco tengas prisa por levantarte, tío. Frío, calor, sudor. Odio el fútbol. Me odio por gustarme el fútbol. “¡¡¡¿¿¿Pero cuanto va a descontar el tío éste. Si va a durar más que el partidooo. PITAAAAAAAAAA!!!”. Buffon a la desesperadísima. Vuela vuela vuela vuelaaaaayayayayayay. Piqué de cabeza. Piqué otra vez de cabeza. Viva tu polla, Piqué. Messi. Messi lanzado. Messi en largo para Neymar. El tiempo se detiene aqui y Scotty (con la barba en modo “super-saiyan”) grita tanto que despierta a media Nueva Zelanda, esculpiendo el berrido más genial que haya escuchado en mi vida: “¡¡¡¡¡AHORA TE JODES Y NO PITAAAAAAAAAAAAAAAAS!!!!!”. Todo el mundo en pié. Neymar se trastabilla. Tu puta madre, Neymierdas. La coge Pedro. Devuelve a Neymar. Neymar sólo. Neymar controla. No queda tiempo. Chuta. Gol de Neymar. Gol de Neymar. Amo el fútbol. Mejor dicho: amo al Barça. Visca el puto Barça. Me muero. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, FÓLLAMENEYMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡EL BARÇA ACABA DE GANAR LA CHAMPIOOOOOOOOOOONS!!!!!!!!!!
Pandemónium de yoyeros entrechocándose cual pinball humano. Besos de tornillo. Tocamientos involuntarios o no. Cojo a hombros a Cretini y lo volteo. Miguelix corre la misma suerte. Choco cabezas con Roncerdo. Vuelan las gafas de Castigador. Me faltan extremidades para abrazar a Scotty y me postro ante su magisterio. Caemos rendidos de satisfacción en las sillas y la misma risa tonta de aquel día en el que uno moja por primera vez.
Por fin el tiempo vuelve a su velocidad normal. Gloriosa calma satisfecha. Si en ese momento me dicen que se dirige un meteorito hacia La Tierra, sigo tan tranquilo. Ahora (menos mal) el Regaderismo se manifiesta en detalles secundarios. La casa nos invita a una copa y traen lo que parece ser un champagne extraño. El camarero agita la botella rosácea y vierte en las copas un líquido que parece más el contenido de una lámpara de lava que otra cosa “Tiene trazas de oro, plata y bronce”, nos suelta así como si fuera lo más normal del mundo. Anyway, brindemos por el Barça, señores. Miguelix continúa embobado contemplando el champagne como si se hubiera caido dentro de una canción de Hawkwind.
Aparece Nobita en la pantalla y todos a coro: “¡OKUPAAAAA!”. Ahora Morata (Mugrata en adelante) llorando con el moco colgandero: “¡TOOOOONTOOOO!”. Cómo se divierte la yoyerada, hoygan. Llega el gran momento. Xavi recoge la Copa de Europa y la levanta hacia el cielo culé. “¡¡¡¡¡TOMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!”. Qué mejor momento para que Scotty se marque el momentazo de la noche y, en sentido homenaje laportiano, nos invite a Möet-Chandom. Heaven must be like this, folks.
Champagne del espacio exterior & Moët-Chandom. Así se celebra una Champions.
Podría aburrirles detallándoles cómo nos largaron de la terraza con la burda estrategia de cambiarnos de canal y encasquetarnos “Monstruos de río”, la megaraj…tertulia posterior, quién durmió con quién, la pasta que cuesta reponer un somier, un grupo de jevis italianos quejándose del ruidazo en la habitación contigua o cuantos litros de aceite se precisan para lubricar a 6 adultos, pero será mejor que lo que pase en Jaén, se quede en Jaén. Si quieren calibrar el tamaño de nuestra felicidad (no homo), bastará con decirles que abonamos religiosamente las consumiciones. Todas y cada una de ellas. Ahora superen eso.
Por mi parte, les confieso que si es cierto eso de que cuando vas a palmar pasan ante tus ojos los momentos más destacados de tu vida, la mágica instantánea de lo que viví en esos días ocupará un lugar destacado. Ganar la Champions en mi casa y rodeado de mi segunda familia es algo que nunca olvidaré. Gracias, M. Gracias, J. Gracias, D. Gracias, C. Gracias, A. Y Gracias también E. y B.
El cielo era ésto.
Dedicado a todos los yoyeros que no pudieron estar con nosotros.