Imagino que la temporada pasada, a pesar de haberlo ganado todo, habrá sido un infierno para el bueno de Thomas Vermaelen que vino para disputarle la titularidad a Piqué y Mascherano y acabó siendo objeto de mofa generalizada. No debe haber sido fácil para el belga y, por ello, me alegro un poco más de sus éxitos.
Porque ayer, el central que ya se reivindicó en San Mamés haciendo un partido más que correcto marcando al correoso y desagradable Aduriz, salvó los tres puntos de un partido ante el Málaga de Javi Gracia que, una vez más, se nos atragantó.
Y es que parece que el calendario haya sido diseñado por nuestro peor enemigo: si ya parecía una broma de mal gusto comenzar la temporada en Bilbao sin solución de continuidad tras los encuentros de Supercopa contra los pesados de Valverde, este Málaga tan trabajado para defendernos era de lo peorcito que nos podíamos encontrar en la segunda jornada cuando los puntos de forma son los que son. Y para rematar, a la vuelta de selecciones, el Calderón.
No pudo hacer Luis Enrique ayer la más mínima rotación y sacó todo lo que tenía a su disposición incluyendo a Neymar ya recuperado tras sus famosas paperas. Hay que decir que lo normal es que el Barça, con un Messi más fallón de lo habitual, se hubiera adelantado en el marcador en la primera parte pues se anuló un gol a Suárez y, sobre todo, si el árbitro Jaime Latre (recuerden su nombre) tuviera a bien haber pitado dos claros penaltis: unas manos idénticas a las que el año pasado castigaron a Piqué en el Bernabéu y una patada al bulto en una internada a Suárez. Este es el nivel arbitral que nos estamos encontrando, especialmente en el Camp Nou, auténtico hall of fame para quien quiere ser algo en el arbitraje español.
El Málaga, favorecido por el cariño arbitral y por la falta de puntería culé, fue cerrando fisuras y comenzó a desesperar a los delanteros que, como he dicho, tampoco tuvieron su noche. Llegó el descanso con una sonora pitada al ínclito Latre.
El Barça salió decidido en la segunda parte a marcar el gol pero se notó la falta de finura: hubo claro dominio pero mucha falta de acierto hasta que llegó la jugada definitiva del partido. Tras el enésimo córner, Sergi Roberto, que volvió a cumplir como lateral, abrió a Suárez que en posición de extremo regateó y centró al punto de penalti donde Kameni despejó de forma centrada a la posición donde estaba Vermaelen que empaló con un zurdazo al fondo de la portería. El gol tranquilizó al equipo e intentó controlar el balón, cosa que consiguió hasta práctimente el final del partido cuando Charles pudo marcar el gol del empate.
Victoria agónica que sirve para irse al parón con los deberes hechos pero con dudas sobre el estado de forma de algunos jugadores que ahora se ventilarán más de 1oooo km para jugar pachangas con su selección. Es lo que hay.