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Yoyalodije

El fútbol y la pintura

El futbol es como la pintura. Toda tiene su trabajo, su mérito y se ha de analizar en su contexto histórico.

A día de hoy, con toda la oferta pictórica al alcance de la mano, cada uno puede decantarse por un estilo, solo en base a sus gustos estéticos.

La mayor parte de la gente continúa aferrada a los pintores clásicos en un amplio abanico que va desde los mourinhistas tenebrosos y deprimentes como la pintura flamenca, hasta apasionados del juego viril, al estilo más violento y visceral de un sublime Goya.

De vez en cuando aparecen periodos donde la luz y la parte más maravillosa del hombre afloran.

En el caso del Barça tenemos el ejemplo del maestro Johan, autor del renacimiento más intenso con obras que perdurarán en el tiempo y la memoria.

Pinturas y esculturas sinuosas, llenas de luz. Contundencia de la belleza en estado puro. El cerebro las recorre y las admira porque las reconoce como própias.

Cuerpos bien dimensionados, miradas llenas de serenidad, arcos y columnas que resuelven con sencillez y belleza problemas físicos complejos.

La búsqueda continua del equilibrio.

Más tarde, y tras varios periodos más austeros, llega el maestro Pep con la explosión del impresionismo.

Ya nada es sencillo. Busca los últimos descubrimientos científicos en la refracción de la luz para aplicarlos en su campo.

Choque de colores básicos para que sea el cerebro el que cree el complementario en medio sin que exista. Variaciones en la luz. Se apuesta por sombras coloreadas… ¡adios negro!

El color se aplica a montoncitos, que se tenga que tomar distancia para que todo tome sentido.

Un “me lo trabajo como pintor para que te lo tengas que currar como espectador” ¡participa!

Pero todo pasa, todo cansa.

Nos encontramos en un periodo en el que todo se puede parar o podemos pensar que plasmar la realidad ya no tiene sentido frente a rivales como la fotografía o podemos dar un paso más e ir a buscar la belleza en el cubismo o más allá, en el expresionismo abstracto.

Una vuelta de tuerca más. Un ataque más directo a la imaginación, a la búsqueda de las emociones más escondidas. Un lio sin más final que el propio resultado.

Esconderse durante un rato dentro de una nuve de dripping de Pollock es algo que os aconsejo.

No hay más. Todo vuelve a comenzar de una manera distinta para llegar a un mismo objectivo.

Abramos la mente y no esperemos a que sea la próxima generación la que nos diga lo miopes que estábamos en no apoyar lo bueno que se está creando