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Crónica

La banda de Neym4r

Una banda pareció ayer el Barça, pero no de música, sino de forajidos. El pollosincabecismo(?) que propuso Jémez descompuso tanto a la idea de equipo que lo que empezó como un partido de fútbol acabó como una vulgar ruleta rusa rodeada de orientales en un garito de Saigón.

Neymar, acostumbrado a este dislate futbolístico en su selección, y fresco tras quince días de vacaciones, fue el amo y señor del partido. El brasileño gobernó el caos, provocó hasta cuatro penaltis que el árbitro solo tuvo cuerpo para pitar dos que marcó él y fue tan incisivo que, además marcó dos goles más y dio una asistencia a Suárez para el quinto en una de las jornadas más redondas del ex del Santos.

Por contra,  el Barça dio pena. Perdido en sus inseguridades y falto de un centro del campo de garantías se dejó dominar por un Rayo que, futbolísticamente fue inmensamente mejor dejando en evidencia a un equipo que está años luz de lo que fue, no en la época del primer triplete sino en la más reciente del segundo.

Porque la baja forma de algunos jugadores, especialmente la dupla de centrales del terror, Piqué y Mathieu, es para sentarlos en la grada junto a Douglas hasta, al menos, el Mundial de Clubes. Pero no solo ellos, Alves, Rakitic y el dueto Sandro, Munir son bultos sospechosos que tienes que reconocer que son ellos viendo el número de su camiseta.

Suárez tampoco está de dulce, sigue con las botas cambiadas de pie y, poseído de nuevo por el espíritu de Julio Salinas, vaga sin pena ni gloria entre las ruinas de su propia desesperación.

Salvo únicamente, además de al rey del caos, a Sergi Roberto que está aprovechando este triste inicio de temporada como reivindicación personal y, en un estado de forma varios peldaños por encima del resto, va a conseguir su permanencia en la plantilla algunas temporadas más. No sé si, al final, será contraproducente.

Y después está el conformismo del hiper resultadista Luis Enrique, para quién, todo está bien si acaba bien. Su insistencia en alinear a Mathieu y Sandro es para investigarse en Cuarto Milenio. Cabezón, donde los haya, únicamente vive el presente porque sabe que, mandando quien manda, lo juzgarán por los resultados y no por el proyecto que construya.

Ante este panorama solo queda rezar, rezar para que Messi se ponga bien pronto, para que Iniesta vuelva y para que los rivales sigan jugando peor que nosotros. Porque, ahora, cada vez apetece menos ver un partido del Barça. Con eso queda dicho todo.