En un fútbol hiperprofesionalizado (y mediático, en el sentido del que todo se conoce o puede conocerse a golpe de click), donde los entrenadores ya vienen aprendidos de herramientas y metodologías de primer nivel en cualquier categoría, se siguen primando atributos como admirables o deseables que poco tienen que ver con el conocimiento del juego. Y que se han demostrado no ser tan útiles en el fútbol de élite para la consecución de resultados y objetivos.
Y ahí está nuestro elemento diferenciador, como club. Hemos formado jugadores (y como consecuencia, entrenadores) con un nivel de conocimiento del juego que otros no tienen. Por muy de élite que sean, por muchas condiciones físico/técnicas que tengan. Hemos visto cómo jugadores menudos, como Xavi e Iniesta se han merendado partidos frente a bestias pardas. Porque entienden mejor el juego de asociación que ninguno, están jugando y pensando en espacios, movimientos y ayudas con el objetivo global de desordenar al rival para luego desequilibrar mediante un pase+movimiento definitivo o un jugador hábil en el 1×1 al que dársela con ventaja.
Y ese es nuestro tesoro y nuestro patrimonio. Esa es nuestra “furia de Juanito”. Y estamos en la obligación estratégica de mantenerlo, al menos, e intentar potenciarlo todo lo posible. Enseñar a los niños a cómo se juega y cómo debe entenderse nuestro fútbol, no a ser Messi o Ronaldo (que eso es muy difícil). Luego los que lleguen – que serán muy pocos- llegarán y tendrán ese elemento diferenciador que sumado al resto de compañeros de plantilla sigue manteniendo vivo el hilo conductor que explica nuestra hegemonía contemporánea.
Sergi Roberto ha sido un bonito ejemplo para todos. El talento y el conocimiento siempre estuvo ahí: aprendido, almacenado, esperando a salir cuando la confianza despertase. Un jugador distinto a Xavi, distinto a Iniesta, con sus cualidades particulares, pero que entiende el juego. Que se la dio a Busquets para que Modric le saltara y dejara un hueco a su espalda. Hueco que señaló con la mano a Busi, para que pusiera allí el balón y a donde se dirigió confiando que su compañero también lo había leído así. Luego en diagonal hacia los centrales para atraer y dejar espacio al que se desmarca, para pasarle el balón en ventaja.
Hacía tiempo pero are sí, another brick in the wall.