Una cosa es que no nos afecten personalmente los mantras cavernarios y otra muy distinta es que no debamos combatirlos.
Porque su machamartilleo acaba por perjudicarnos en el campo.
¿Ejemplo? “Claro, jugando siempre contra diez, así cualquiera…”.
Una brizna de hecho contrastado extraída y descontextualizada de una montaña de hechos contrastadísimos (para que le expulsen uno al rival previamente deben inflarnos a patadas).
Una vez acuñado el silogismo, insisten en el “siempre contra 10, siempre contra 10” hasta que la gente olvide el porqué.
Y desde ahí, se acaba pervirtiendo todo hasta que los árbitros acaban interiorizando que hay algo intrínsecamente injusto en expulsar a un rival.