Que Leo se olvidase para siempre de esa opereta rancia llamada ‘selección argentina’ sería lo primero bueno que podría suceder en este asqueroso 2016.
Quedarse hasta pasadas las 5 de la mañana con la intención de ver al crack consagrarse con su selección y encontrarte de nuevo con el Pipita fallando goles cantados… ver a Di Maria chupándose cada bola que caía en sus botas hasta perderla… observar como en la situación más ventajosa posible, el imbéciI de Rojo le ponía en bandeja su ‘compensatoria’ expulsión al peor árbitro que se ha visto jamás en una final internacional… encontrarte de nuevo con un patapalo como Biglia, un carnicero del fútbol incapaz de dar un pase a tres metros (el ‘pase’ que intenta en el descuento del minuto 90 es una de esas cosas que nunca se olvidan)… ver a dos carniceros como Mercado y Funes-Mori (en serio; ¿de dónde se sacan a esta gente?) patear tobillos… y para colmo, que el Kun vuelva a entrar desde el banco y hasta llegues a entender por qué un paquetazo como Higuaín está por delante suyo… pues eso; Bill Murray, el día de la Marmota, y tal.
Para colmo, va Leo y falla su penalti en la tanda, con lo que supongo (me niego a comprobarlo) que los habituales palos argentos se convertirán esta vez en guadañas, antorchas y estacas contra el crack. Demasiado les ha dado ya, demasiado esfuerzo para ningún premio y una tortura mental que esperemos no le empiece a pesar más de la cuenta, incluso en el contexto blaugrana.
Lo dicho: ojalá el de ayer haya sido el último partido de Messi con la albiceleste; lo agradecerá él, lo agradeceremos los culés y creo que hasta lo agradecerá ese país que nuncale ha sentido como alguien plenamente suyo.