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Yoyalodije

GONGORINA DEL REMONTE FLUVIAL

¡Oh, vástagos del fuego rendido hacia las cúpulas remotas!
Fértiles pasean ignotas volumetrías por los pasillos de la carne declamante.
¡Oh, columnas de luz henchida y frutal desornamento!
Cómo el venir de las horas halle el cincelar.
¡Oh, fuga de las estaciones hacia lo imperecedero!
No se procure menoscabo de razón en lo sabido.
No antes deflagra cuando, súbito, alcanza el rodamiento poblado.
Proclamaré previo en altitud del fémino óvalo y sus magnitudes.
Dónde lo hubiere de sí mismo que enmadeje volutas, ¡tenga para sí el merecer!
Cénit y manufactura de límites, congregaos.
¡Qué pálpito de cinceles habrá de guardarte!
“¡Estruendo en lo recto!”, detonó regio en giro cuartomenguante.
De a uno emerge y suma primaverea, ¿dónde lo múltiple halla frontera? ¡Sed frondosa llovizna de acordes!
Tiemblan las órbitas profundas y el razonar acometido. Un destierro de simetrías anega las academias. Bravura lejana del seso… 
Cítrico pecunio tan insistente. Amazónico como eres, álzate esbelto ¡Mide el rostro que gravitarás resuelto en quíntuple rama!
Contemplose un derramar de negrura en las constelaciones. El licor embriagado de sí mismo. Vino el verde supremo contra grácil junco. Se supo de la excrecencia cotejando desiguales.
En el magisterio del Todo, silba el Príncipe cordilleras de saetas. Deslumbra certero de platas mojadas aquel que lucha. Tensan las pieles émulas de orbe para engendrar el paraje yermo y donar en fiel captura íntima.
Ya templa el frío su curva y trayectos digitados no son ni fueron, que en lo conveniente la mano tiende y hasta el masticar requiere tiempo. Gózate milagroso ni deflagre el diente bóvido. Sí, desde la cuenca insectívora. Aún más, sur de mí mismo.
Añora el fractal entre suspiros las pirámides clamorosas.
Gime desnuda la Eternidad arrebatada de escamas. En un trazo de leyenda quedó retorcida la mueca del tirabuzón polvoriento.
¡Cuánto pobladísimo interior os procurasen! ¡¡¡BEBED EN LETRA MÁXIMA!!!