No creo que sea el más apropiado para defenderlo, porque el único ciclismo que veo durante todo el año es el Tour (y ni siquiera lo sigo completo, solo las etapas de alta montaña), pero tiene mucho mérito un deporte que, después de todo los temas de dopaje con Armstrong, el equipo Festina, Landis, Rasmussen,… y tener por vencedor a alguien como Pereiro (¿superaría el fúrbol que Costa Rica ganase un Mundial tras descalificación de todos los grandes favoritos?), sigue teniendo un enorme seguimiento y cada vez se internacionaliza más (ya se hacen carreras en África, el Golfo Pérsico, Japon, China, etc).
Además, pocos deportes son capaces actualmente de regalarnos momentos tan surrealistas como el de Froome el año pasado subiendo a pata el Mount Ventoux (desde entonces el keniata es mi foforito) Y, pese a que siempre existirá la eterna sospecha del dopaje, y que el ser humano no puede pegarse 200 kilómetros en bicicleta y subir después dos o tres puertos de primera categoría a base de macarrones y barritas energéticas, esta gente en muchos casos practica su deporte compartiendo su metro cuadrado de competición con gente disfrazada de banana o con el tanga de Borat. Mientras, los pijillos del tenis no pueden jugar si no hay silencio absoluto, entre un público ya de por sí bastante pijo, y hasta el aleteo de una gamba los desconcentra.