Concrepo en lo humillante que debió ser para aquel Milan, tan y tan favorito, perder la final de aquella forma, y contra uno de los campeones de Europa más insospechados de los últimos 25 años; un raro rejunte de jugadores (los checos que ya vivirían eternamente del cuento de la Euro’04, algunos fichajes españoles de Benítez de dudoso gusto, Djibril Cissé como delantero estrella), comparable al Iván Campo-Karanka del Madrí del 2000. Como bien dices, difícilmente el Barça de Rijkaard, por ejemplo, hubiese levantado cabeza de haber perdido la final de Saint-Denis contra el Arsenal, ni siquiera por un triste 1-0. Y eso que nuestro rival, sin ser el gran Arsenal de dos años antes, que tenía a Vieira y la mayoría de sus muchos jugadores de ataque en mejor estado de forma (Pires, Bergkamp, Ljungberg, Reyes, el propio Henry), era un equipo más compactado y rocoso (Lehmann llegaba con un récord de imbatibilidad y, de Henry para abajo, el plan de juego era básicamente sacrificarse en defensa ¡incluido Hleb!) que el Liverpool de Benítez.
Dicho esto, de la misma forma que al Madrid, por mucho bulto sospechoso que tuviese, le bastó para ganar aquella Champions al Valencia (y eliminar a dos grandes equipos de la época como el ManUtd y el Bayern de los panzer Zickler-Jancker) con disponer de una serie de jugadores entre los 5 mejores del mundo en su posición (Casillas, Roberto Carlos, Redondo y Raúl), aquel Liverpool de 2005 tenía una buena pareja de centrales (Carragher-Hyypia), un muy buen centro del campo (X. Alonso, Gerrard y Hamann), a Riise por la banda izquierda, y Luis García haciendo el año de su vida. Aunque, después de todo, la remontada en aquella final de Estambul se puede explicar porque, tras el descanso, Gerrard se cogió el equipo a la chepa, y lo hizo jugando el resto del partido de lateral derecho (con lo mitómanos que son en Liverpool normal que lo tengan un pedestal, pese al resbalón de 2014 que les costó la que habría sido su primera Premier en una generación). Más o menos como el hecho que la primera final del Madrí contra el Atlético en Lisboa la gana el tercer pulmón de Di María (aiins, si Messi hubiese dispuesto de él en la final del Mundial).
Además, no hay que olvidar que, previamente, el Liverpool eliminó en semifinales de aquella Champions a un Chelsea mil veces mejor que el que acabaría siendo campeón de Europa en 2012, y que sin duda será el mejor equipo que habrá entrenado jamás Mourinho (y
eso que la que gana con el Inter lo hace a base de rejuntar descartados de la Liga como Sneijder, Diego Milito, Motta, Cambiasso, Samuel, el Helmano’o): con aquel entramado defensivo prácticamente inexpugnable con Cech, Gallas, Terry, Carvalho y Makelele; y en ataque Drogba + una serie de mediapuntas/extremos que te entraban como flechas (Lampard, Robben, Duff, Joe Cole, hasta a Gudjohnsen parecía que no le pesaba el culo). De hecho, entre 2005 y 2012 el dominio de la Premier League en Europa habría sido apabullante, con al menos un finalista en cada edición y copando prácticamente los cuatro semifinalistas, coincidiendo con que los componentes de la llamada Big Four tuvieron, en un momento u otro de ese período, sus mejores equipos en 25 años, de no ser por la irrupción de nuestro Barça de Laporta, Ronaldinho, Messi, Guardiola, Xavi, Iniesta,… Lo cual explica el respeto reverencial que, en general, el mundillo futbolístico de las Islas (prensa, analistas, exfutbolistas de la época) tiene por aquel equipo (y, por extensión, por los Barças que, aunque ya sin el mismo nivel, se han sucedido desde entonces) porque, o bien les eliminábamos a sus representantes en la ronda que fuese, o por el contrario eran ellos los que nos eliminaban a nosotros y lo elevaban a la categoría de gran proeza (en Manchester no cagan con el gol que nos hizo Scholes desde fuera del área, y el Chelsea considera más épico que nos venciesen en semifinales que no ganarle la Champions al Bayern en su casa).