La expulsión de Lenglet condicionó el partido y las rotaciones de Valverde se quedaron en nada. Gran respuesta del Girona.
Al aficionado culé parece gustarle la sangre joven: tanto Arthur, que aún no ha jugado ni un partido de alto nivel en Europa, como Lenglet, que capitaneó una defensa que salió goleada en varios partidos la temporada pasada, tienen en común que son jóvenes y traen un aura de “buenos jugadores”. Por el contrario, Arturo Vidal, con cientos de partidos en equipos de nivel Champions, trae el run-run de jugador viejo que ya no va a aportar gran cosa. Así que cuando se vio la (por fin) rotacionista alineación de Don Honesto, el tribunero medio soñaba con un Arthur reencarnado en Xavi y un Lenglet listo para cubrir con garantías a Umtiti en el primer desafío importante del equipo esta temporada frente al Tottenham.
Las fabulaciones tribuneras quedaron en eso: la segunda unidad no da para ganar a un equipo que jugaba el segundo partido de su historia en el Camp Nou. El discutido Rey Arturo sí desplegó su esperado músculo y una asistencia a Messi para que, el de siempre, hiciese uno de sus famosos pases a la red. Apenas unos minutos había regalado un slalom de los que hacía con 20, hace con 30 y hará con 40. Por contra, el joven Arthur no pudo ni supo llevar las riendas del partido. Y a su coetáneo Lenglet no le pudo ir peor: su debut como titular en el estadio duró 35 minutos tras un codazo discutido y discutible sobre Pons. Para salir de duda en estos casos sugiero imaginar la misma jugada hecha por un jugador del eterno rival: si fuera Sergio Ramos o Casemiro, quien suscribe pediría desaforadamente la roja. Ergo, expulsión clara. Sobre la eterna patente de corso de Casemiro para campar aún impoluto por los campos de España y de Europa me extenderé en otra ocasión.
Quedaban 10 para el descanso y la reacción del técnico blaugrana marcó el partido. Dado que el primer cambio siempre ha de ser Dembelé por Arturo Vidal, la libreta valverdiana entró en cortocircuito: mientras meditaba una solución y confiando en que la campana del descanso le ayudaría, metió a Busquets de central. El primer disparo del Matador de Tala demostró, por si alguien tenía dudas, que Busquets no es central. Los fríos números, además, se volvían de nuevo hacia el banquillo: que Semedo, Piqué y Arturo Vidal fueran los jugadores que más tocaron el balón habla por sí solo del bagaje futbolístico de la primera parte. Más de lo mismo. Y si no quieres té, dos tazas: la previsible libreta confirmó el asiento de Dembelé junto a Cilessen.
A los 5 minutos de la reanudación se encendieron todas las alarmas: Piqué —y sus ya varias temporadas con más sombras que luces— fue superado por Portu y Stuani dejó en nada el nuevo milagro de MATS (Marc André Ter Stegen, así, en mayúsculas). A la vista de los dos delanteros uruguayos, a uno le entra la duda sobre quién debería ser titular a día de hoy en la selección charrúa. Más números. Cinco goles en contra en cinco jornadas de liga sin haber jugado aún contra un primer espada. Fríos números. Ya estamos en otoño, luego “Winter is coming”.
El experimento rotacionista, incapaz ya de incomodar a los gerundenses, dio paso a la conocida “primera unidad”: Arturos fuera, titulares dentro. Dos falta&penaltys de Messi fueron el prólogo del gol de Piqué, con aún media hora por delante para finalizar la remontada. Pero con más corazón que cabeza. Con más “baaahs” que “uuuys”. Con más ganas que ideas. Y con más voluntad que juego. Con una mirada especialmente crítica sobre Chutinho, que hasta la fecha no aporta al juego más que sus lanzamientos de precisión. Encomendarse nuevamente a la enésima llegada del eterno salvador era todo lo que quedaba por hacer. Y Messi a veces es un superhéroe, pero es que esta película de Marvel parece dirigida por Woody Allen: un gran director, pero que ha escogido un género equivocado.