Podría resumirse la victoria barcelonista en Ipurúa con un lángido “Venceréis pero no convenceréis”, homenaje póstumo a Unamuno acaso por jugarse el partido en su tierra vasca o por el aún humeante ambiente guerracivilístico que se respiró estos días y que el filósofo resumió con su «los hombres tienen la costumbre de gritar para no tener que escucharse unos a otros». Cierto es que no fue el peor partido en lo que va temporada azulgrana. Lejos de ser un elogio pone mejor en perspectiva algunos de los esperpentos sufridos en septiembre. Don Honesto se seguirá escudando en que los rivales también juegan a lo que Don Miguel le opondría que «lo que consideramos que son las causas de nuestra conducta, son usualmente los pretextos para ello».
El caso es que el culé medio ha de empezar a asumir que mientras dure el valverdismo, lo más habitual será ver al equipo rival salir con más ganas y más velocidad. El equipo de Mendilibar no fue la excepción. Le jugó al Barça de tú a tú pero si su línea de presión tan adelantada puede funcionar ante equipos medianos, es fácilmente desmontable si el rival tiene tanta calidad en el pase largo. Y el Barça la tiene. Tampoco se puede programar en la pizarra un resbalón inoportuno como el de De Blasis que convirtió el pase largo de Lenglet en una asistencia que El Hombre Gris resolvió con sangre fría. Primer balón que tocaba el francés en el partido y primer gol fuera de casa esta temporada.
El gol aferraba al Barça aún más a su “nuevo” estilo de juego mientras los centros armeros chocaban una y otra vez con el buen hacer en los balones aéreos del cuasi desahuciado Umtiti, en su regreso a la titularidad. Sin que Ter Stegen tuviera que intervenir en toda la primera parte parecía cuestión de tiempo que la calidad azulgrana decantaría el partido. Calidad que desborda el cuerpo de De Jong, al que bastaron cinco minutos de conexión con el Trío del Mate: en apenas un metro cuadrado Suarez cebó la hierba, Antoine limpió la bombilla y Messi dio el trago definitivo al partido. Un gol de fútbol sala que noqueó definitivamente a los armeros, entregados ya a recibir un severo castigo.
El nuevo contraataque lanzado por El Hombre Gris (hoy Gris Marengo) sirvió para que Messi hiciera gala de su generosidad, regalando el gol a su compañero y vecino. Traten de jugar un partido de primera división caminando durante 85 minutos y aun así ser decisivos. Así entenderán la definición que Unamuno hizo de Messi casi 100 años atrás “solo los que intentan cosas absurdas son capaces de lograr cosas imposibles”.
Llegaba el tiempo de pensar en la Champions y Arturo Vidal y Rakitic se encargaron de ralentizar el partido para disgusto de los aficionados eibarreses que, a buen seguro, querrían observar de cerca el fenómeno Ansu. Si con 0 a 3 y con media hora por delante de partido intrascendente no le robó minutos al Trío del Mate, el fantasma de Sandro, Munir y Alcácer parece cernirse sobre el nacionalizado exprés que, probablemente, verá el Mundial sub-17 por televisión cuando Don Honesto le deje fuera de alguna de las próximas convocatorias.
La gran duda que corroe a los aficionados es si este “dejarse dominar” que alcanza sobradamente para ganar en Getafe o en Eibar será suficiente en las grandes plazas de la liga y de la Champions donde en frente habrá algo más que voluntariosos delanteros como Charles y Sergi Enrich. Ahora mismo, pensar en ganar la Champions suena a quimera, más queda el consuelo que siempre nos daba el genio bilbaíno “Tratemos de luchar en contra del destino incluso si no hay esperanza de victoria”.