El Barcelona logró el triunfo en Butarque ante el Leganés (1-2) tras un duelo donde pasó apuros y que tuvo que remontar en la segunda mitad con dos tantos nacidos del balón parado.
Según Menotti y su teoría de los biorritmos jugar a las 13:00 debería ser la mejor hora para jugar ya que coincide con la de los entrenamientos. Y ciertamente, el rosarino tenía razón: el Barça salió al césped de Butarque como si fuera a entrenar. Don Honesto, a los mandos del Delorean, parece decidido a regresar al año 2000 y repetir punto por punto la trayectoria de Van Gaal: doblete el primer año, liga en el segundo y debacle absoluta en el tercero. Y, por supuesto, jugando cada año peor que el anterior, aunque eso parezca imposible.
El entrenador azulgrana es de ese tipo de personas a quien le da igual que suba la gasolina: el siempre echa 20 euros. Ante las bajas en defensa apostó por descompensar aún más el equipo y despobló el centro del campo. Ni Rakitic. Ni Aleñá. Ni Riqui Puig. Probablemente Schuster y Mauro Silva con 25 años hoy también habrían sido suplentes. No tendrían lugar en el cuadrado mágico luxemburguiano. 4-2-4. Con los 4 magníficos. Con el tetradente. Con la cuadratura de las estrellas, debió pensar.
Pero el fútbol, caprichoso él, sigue cocinándose en el centro del campo aquí y en la China Popular. Para lo bueno y para lo malo. El Leganés agradeció la superioridad numérica en la zona para dominar el partido y culminar su mayor intensidad con el golazo a lo Messi de En-Nesyri. Si Júnior fue fichado por marcarle un gol al Barça el año pasado, el marroquí ya ha debido firmar su pre-contrato en el descanso.
Era el minuto 15 y el Barça aún no había hecho 3 pases seguidos. Esto ya no debe sorprender a nadie excepto a Frenkie de Jong: le dijeron que venía al Barça de Cruyff y ahora tiene que adaptarse a jugar al estilo de Javier Clemente. Los destellos de calidad que aún deja de vez en cuando son gracias a la barrera idiomática: en cuanto entienda las instrucciones de Valverde mutará definitivamente a un Rochemback o un Pablo García de la vida. La única noticia buena en clave blaugrana durante toda la primera parte fue la amarilla a Busquets: le impedirá jugar en el Wanda frente al Atleti. El de Sabadell hace años que va bajando escalones en su juego y hoy llegó al segundo subsuelo.
Nada mejoró futbolísticamente en la segunda parte. El virus clementismo ya había infectado incluso a Messi cuya única aportación se limitaba a las jugadas a balón parado. De sus asistencias se beneficiaron primero Piqué, al palo, y finalmente Luis Suarez, que en modo baulesco, marcaba el empate.
Parecía que Don Honesto, en el fondo, tenía un plan: hacer las alineaciones para jugar lo peor posible y, al sacar a su nineta Arturo Vidal, dar la sensación de que se arregla algo el desaguisado. La salida del chileno al menos permitía jugar a su equipo con 11 ya que sustituía al Hombre Gris, ya Invisible, de los 120 millones. A día de hoy, la duda es si el rendimiento del francés superará al de Turan o al de Chutinho, las únicas referencias válidas para el francés. Y la genialidad de Don Honesto volvió a dar resultado: a falta de 10 minutos, Arturo Vidal aprovechaba un rechace de Ruben Perez en un corner para marcar a placer el gol de una victoria tan necesaria como infame: sin honra, sin crédito y sin estimación. A la altura del juego azulgrana.