La montaña rusa que ha sido la temporada en clave azulgrana parece que lleva camino de terminar cuesta abajo y sin frenos. Falta saber si el aterrizaje final será sobre un mullido colchón de Champions o estrellado contra una pared.El 0-4 del Bernabéu había supuesto tal inyección de moral que hasta el culé más pesimista veía cristalino el desarrollo del final de temporada: faltaba esperar a conocer el rival en la final de la Europa League y ganar el partido aplazado contra el Rayo para situarse a 1 punto de un Real Madrid eliminado de la Champions. Estaba claro que los blancos iban a entregar el campeonato, tras perder contra Sevilla y Atlético de Madrid y empatar con Osasuna. El calendario azulgrana era tan asequible que incluía partidos contra equipos luchando por el descenso. Y uno de ellos contra el Cádiz, que nunca había ganado en el Camp Nou. Pero si las cuentas de la lechera nunca salen bien en la vida, imagínense en el fútbol.
Porque una sola primera piedra en el camino, puede trastabillar todo si tu equilibrio es inestable. Y la eliminación contra el Eintrach dejó al equipo tocado. Muy tocado. Súmese “lo paranormal” del Madrid. En Champions. Y ayer. Súmese la lesión de Pedri. Súmese el ambiente enrarecido en el club por las entradas alemanas. Y por lo de Piqué. Todo, todo desprendía tufillo a mala noche. Y a que ésta será la tónica hasta final de temporada.
Y no fue extraña entonces la salida del equipo. Raro. Sin alma. Sin chispa. Con una posesión tan aplastante como insulsa. Con la vehemente insistencia de Xavi respecto a DembeLOL. En ataque, el equipo va tan, pero tan justo de calidad que el francés, pese a sus muchos defectos, era la figura más desequilibrante del equipo. El único que hacía algo, aunque lo hiciera todo mal.Pero lamentablemente la frase “Casi todo el peligro lo generaba Dembelé” retrata al equipo mejor de lo que le gustaría al culé medio. ¿Realmente hay que apostar por aumentar el salario de un jugador que no sabe chutar?
Enfrente, un Cádiz, que había ido a hacer su partido y aguantaba sin mucha dificultad atrás confiando en su buen posicionamiento defensivo, en la inspiración de su portero -tan histriónico en formas como en nombre, Jeremías Conan- y en cazar alguna contra. Porque la debilidad defensiva azulgrana es tan evidente que todos los equipos saben –desde hace años ya- que tendrán alguna oportunidad clara. Antes o después. O antes y después. Como Lucas Pérez que falló ante del descanso pero acertó justo después.
El gol gaditano no modificó apenas el panorama. Xavi, tan raro como el equipo, se ha vuelto hasta previsible con sus cambios. Se apuesta todo a las bandas cuando el equipo no tiene juego interior. La propia inercia del partido generaba ocasiones. Se apostaba por los melonazos a De Tronk. Incluso por una Alexancada de Mingueza. Pero ni el público ni el equipo terminaban de creérselo. Parecía que una pregunta flotaba en el ambiente:“¿de qué servirá ganar este partido? Si ya sabemos el Madrid no va a pinchar como se esperaba y quedar segundo te obliga a ir a jugar una Supercopa sospechosa”. Ledesma, por si acaso, no se fiaba y decidió parar en un solo partido más que el portero local en toda la temporada. Una temporada que hoy quedó finiquitada para los de Xavi