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Crónica

La Champions se va de las manos

¿Fue gol legal de Pedri pese a que el balón tocó involuntariamente en la mano de Ansu y no cambió nada la trayectoria del balón? Fue gol legal. ¿Y fue penalty la mano de Dunfries? Fue penalty. Hay que retrotraerse doce años atrás para ver decisiones arbitrales condenando al Barça en San Siro. Pero harían mal los culés en culpar solamente al árbitro de esta derrota y no buscar también “otros” culpables. Porque contra aquel equipo de Mourinho se tiró 10 veces entre los tres palos. En la noche de hoy no se tiró ninguna. Ojo: el palo no está “entre los 3 palos”.

Y todo ello frente a un Inter que jugaba sin su mejor centrocampista. Sin Lukaku. Con Lautaro tocado. Y bajo los palos no estaba ni Zenga, ni Pagliuca, ni Toldo, ni Julio Cesar sino un Onana que hacía las veces de bulto sospechoso. Los de Xavi solo le dieron una única oportunidad de lucir su aporuvismo: acabó con el gol anulado a Pedri.

Porque el Inter fue superior. Superior en el sentido de que la mayor parte del partido se jugó a lo que quisieron los de Inzaghi. Los italianos plantearon un catenaccio digno de la mejor escuela del club –ora Helenio ora Mou–con pelotazos largos a la defensa contraria, suficientes para crear algo de peligro. Enfrente, un Barça absolutamente plano, sin ideas y con, aparentemente, un único plan: balones a DembeLOL que hoy confirmó que su apodo de “mosquito” no tiene relación con su físico sino con el tamaño de su cerebro futbolístico. Se hartó el francés de intentarlo. Pero no de intentar crear algo de peligro, no. Sino de intentar llegar a la cifra de 100 balones colgados sin sentido al área en un mismo partido. Se quedó cerca. El apasionamiento de Xavi con él cobra visos de vesania. Como la de Nerón. Porque ver el francés da ganas de quemarlo todo. Alguien debería decirle que no hay que intentar hacer siempre lo mismo si siempre sale mal.

Lewandoski, acaso poseído por el espíritu de Luis Suarez en los partidos fuera de casa en Champions, fue el más perjudicado. Ni media ocasión para Robert. Por una banda, los melones que tiraba DembeLOL eran golosinas para los centrales interistas y por la otra,Raphinha perdido entre la cal y la media punta, se dedicaba a hacer oposiciones para sumarse a la extensa lista de extremos fallidos que vistieron de azulgrana: el brasileño se disfrazó en el mismo partido de Simao, de Quaresma y de Malcolm. O de todos a la vez.

Y tras ellos, ni Gavi ni Pedri, –y mucho menos un Busquets nuevamente superado en un gran partido– encontraban la manera de superar las dos líneas neriazzurras. Todas las buenas sensaciones que había dejado el partido de Munich se iban diluyendo con el paso de los minutos. Y se borraron por completo cuando Çalhanoglu se sacó un gran disparo, raso y ajustado al palo ante el que no pudo responder el rejuvenecido Ter Stegen. Un gol que sintetizaba lo visto hasta el descanso: la posesión la tenía el Barça pero el peligro lo ponía el Inter. En ese momento, el 0-0 inicial ya no parecía tan mal resultado.

La segunda parte no mejoró lo visto en la primera. Al menos hasta las entradas de Balde y Ansu Fati, momento en el que el Inter se echó aún más atrás, si es que eso era posible. El ataque azulgrana, aunque comenzó a rondar con mayor peligro el área local, continuó chocando primero con el autobús, después con los tranvías de Milán, y finalmente con las interpretaciones de Slavko Vincic y sus colaboradores del VAR que certificaron la victoria interista.

Son ya dos grandes citas hasta la fecha y en ambas ni el Barça ni Xavi han dado la talla. El equipo sigue a uno o a dos –acaso tres– pasos de la élite europea. Y cuando el calendario apenas llega al 5 de octubre, ya se vislumbra una gran final la semana próxima en el Camp Nou para no tirar por la borda la temporada. Dantesco.