Visualizando ya la línea de meta de la Liga, se esperaba un sprint final del Barça para sacar pecho y chapa de campeón. Pero ha llegado el equipo tan justo de gasolina (física y mental) a este final de campeonato que apenas se vio un trote cuasicochinero. Y eso que se jugaba en casa ante un equipo con la mente puesta en, tal vez, el partido más importante de su historia si lo gana, razón más que comprensible para saltar al Camp Nou con mayoría de suplentes. Ante un rival con 10 antes de la media hora. Con el virtual equipo de gala (tal vez DembeLOL por Raphinha). Pero nada de eso hizo que el equipo ofreciese ni un miligramo de fútbol en una primera parte para olvidar en la que el único plan parecía consistir en ver pasar el tiempo. Solo la –previsible en quien nunca descansa– lesión de Gavi ofreció algo de aliciente al espectador: intentar encontrar un halo de esperanza en la recuperación de Ansu Fati. Hizo el chaval la guerra por su cuenta, dado que Lewandowski sigue alargando sus vacaciones post-Qatar, pero el otrora goleador, ahora está torpe, aturullado e impreciso. No hizo otra cosa que volver a bajar (aún más) su cotización. La Eredivisie holandesa o la Allsvenskan sueca empiezan a confiar seriamente en su próxima incorporación.
El paso por vestuarios espabiló al equipo. Era imposible adormecerlo más. Si al aficionado ya le gusta poco acumular 1-0, encontrarse con otro 0-0 en casa, tras los malogrados recientemente frente a Girona y Getafe, podía empañar ya en demasía el final de esta extraña temporada. Los de Xavi dieron un paso adelante y los de Jagoba dos atrás. Si se trataba de poner a prueba la capacidad de los locales para romper un catenaccio, los visitantes convirtieron el campo en un frontón. El Barça desplegó todo –tampoco anda sobrado– su arsenal ofensivo: Pedri, Ansu, Raphinha, Lewandowski, De Jong… todos lo intentaron. Y todos se estrellaron con el inspirado Aitor Fernández. Se agotaron las cartas ofensivas azulgranas con las entradas de DembeLOL y Yerrán Torres quienes, lejos de chocar con el portero navarro, se toparon con su propia incapacidad. Para el valenciano, incluso la Allsvenskan sueca ya parece un reto demasiado exigente. La J-League o la Effodeildin feroesa puede ser un buen lugar para empezar de cero. En cambio para el francés, sería injusto decir que no es el mismo que antes de la lesión. Porque en realidad es EXACTAMENTE el mismo jugador que aterrizó hace SEIS años en el club: sinónimo de tómbola, rifa, sorteo, lotería, azar… eso es lo que uno puede esperar cuando él coge el balón.
Así que cuando el VAR anulaba el gol de Lewa por un anterior fuera de juego de Calderé, unos metros por delante de Bustingorri en aquel Barça vs Osasuna de la temporada 1985/86 –hasta tan atrás hubo de irse la revisión– el reparto de puntos parecía irremediable. Pero hacía apenas dos minutos que había entrado el que sería el héroe inesperado del partido: Jordi Alba. Al contrario que DembeLOL, al lateral se le ve muy involucrado en los partidos desde el banquillo. Parece haber asumido cual es su rol en la plantilla. Sin quejas. Sin aspavientos. Tratando de sumar al equipo cuando sale. Aunque solo sea un cuarto de hora. Solo ha tardado 34 años en madurar. Aprende Ousmané. Nunca es tarde. Y con esa nueva actitud, la suerte quiso premiar al de L’Hospitalet con un zurdazo suyo que cerrase el partido y, prácticamente, una liga que queda a apenas una victoria de distancia. Un gol que puede valer para firmar su renovación. Concretamente para dos partidos: el Gamper y el de su homenaje de despedida.