Al final del partido la noticia no era tanto la clasificación del Barça para la final contra el Real Madrid sino que se había ganado, casi CUATRO meses después, un partido por más de un gol de diferencia. Sonaría a broma pesada si no fuera porque es la triste realidad del momento azulgrana. Al menos, como diría el propio Xavi, la victoria fue tan merecida como sobria y sin brillantez.
Porque desde el principio se jugó –y esto también es noticia– a lo que propuso el Barça. Osasuna, que dista mucho de ser el de la pasada temporada, renunció casi desde el principio, aspirando a alguna contra o en llevar el 0-0 lo más lejos posible. Y pudo ponerle aún más fáciles las cosas al Barça cuando Catena frenó en falta a Raphinha y la más que presumible tarjeta roja se anaranjó en el VAR hasta quedarse en amarilla. Y pese al poco fútbol que tiene el Barça esta temporada, fue suficiente para dominar con comodidad el partido. Incluso, por momentos, Sergi Tormento parecía un jugador aprovechable.
Y así fueron llegando las –no muy claras– ocasiones que volvieron a evidenciar la falta de calidad en el ataque azulgrana. Raphinha no aporta nadinha, Yerrán yerra y a Dugarrowski el viejazo ya le ha hecho metástasis por todo el cuerpo. Es irreversible. Se hace difícil recordar una tripleta atacante vistiendo de azulgrana –las hay actualmente en Cerro Porteño o en San Lorenzo de Almagro– de menor nivel que ésta sin remontarse a los infames tiempos de Escaich y Korneiev o, más cercano en el tiempo, esa Alfonso-Dani-Saviola, con la que sobran los dedos de una mano para recordar las cosechas de títulos que lograron. Tantos como los goles de Dugarry. Eterno Christophe.
Dos golpes de suerte acompañaron al Barça en apenas cinco minutos. Primero, el de la manopla de Iñaki Peña en la mejor ocasión pamplonica, salvando un gol de Budimir que hubiera aflojado las piernas a todo el equipo. Y después, la lesión de Nadinhabsolutinha, que permitió a Lamine el Chaval seguir batiendo records de precocidad al convertirse en el jugador más joven de la historia en disputar una supercopa a los 16 años y 182 días.
Su entrada dio mayor frescura en el ataque y, al ritmo que marcaba Pedri, el gol azulgrana parecía caerse como fruta madura. Y casi como un melocotón cayó Arnaiz poco antes de que Christensen encontrase la conexión “Dortmund 2013”: Gündogan para Robert y gol. Y es por estas cosas que es difícil sentar al polaco, porque el que tuvo, retuvo. El forcejeo previo y la caída del rojillo sería la mejor ocasión de Osasuna de ahí al final del partido: un clavo ardiendo al que, desde ese momento, se agarrarían los navarros, incapaces de oponer mejores argumentos futbolísticos.
Tras el gol, los de Xavi aplicaron economía de esfuerzos, como si el míster les tuviera dicho a los jugadores que basta con ganar los partidos por un gol. Que lo demás es malgastar energía. No lo entendió así Juan Infeliz que, saliendo desde el banquillo, aportó su mejor versión: a punto estuvo de marcar primero y finalmente, tras una buena jugada personal, asistió a Lamine el Chaval que con una master class de sangre fría dentro del área, recortaba y batía, tanto a Sergio Herrera como un nuevo record, acaso insuperable, de jugador más joven en marcar en este torneo. ¿Se convertirá este domingo en el más precoz en marcar en un clásico?