A veces no es necesario un arbitraje con errores flagrantes para decantar un partido hacia uno u otro lado. El Clásico de anoche fue una prueba clara de cómo, de manera sibilina, se puede tergiversar un marcador. Porque cuando TODAS y CADA UNA de las decisiones dudosas caen del mismo lado, la sombra de la sospecha aparece. Nada habría pasado si cuando Lucas Vázquez estira la pierna hacia un lado para forzar el contacto dentro del área, el árbitro hubiera interpretado que el madridista simuló la falta. O si hubiera concedido el gol que Lunin pudo sacar de dentro de su portería. O si se hubiese atrevido a señalar el penalty de Caraminga a Lamine. O el de Rüdiger a Fermín. Que el alemán se fuera sin una sola tarjeta amarilla tras su exhibición de agarrones y marrullerías es otro de esos fenómenos para-anormales que solo suceden en el Bernabéu: Roberto Carlos, Pepe o Casemiro saben bien de ese fenómeno. Tampoco extrañó a nadie que la lesión de De Jong por una peligrosísima entrada de Valverde se saldara con un sigan sigan…
Y es que sinónimos de sibilino son palabras como profético o adivinatorio. Y no había que ser adivino para saber que, cuando el factor arbitral se inclina tanto hacia un mismo lado, el equipo favorecido sabrá aprovecharlo. Y nadie sabe de esas cosas más que el Madrid. Porque a nivel futbolístico la cosa fue mucho más pareja. Quedó claro que lo de Lunin en la Champions fue un espejismo que solo se produce cuando juega el Madrid. El portero ucraniano, inspirado en Manchester, pasó de ser una reencarnación de Yashine y Buffon a guardameta alto del montón. Salió a por uvas en el primer córner y Christensen aprovechó el regalo para abrir la lucha por el título de liga. Los culés hacían el encuentro áspero a los blancos, con presión intensa y varias marcas individuales. Pero antes de que afloraran los nervios en Concha Espina, acudió Soto Grado al rescate. Lupas Vázquez se internaba en el área tras dejar atrás con facilidad –nada raro– a Joao Cancelo y forzar el contacto con Cubarsí. Ficticius y su ansia de protagonismo no podían desaprovechar la oportunidad para marcar el empate. No en vano, llevaba siete Clásicos de Liga sin marcarle al eterno rival.
Con las fuerzas igualadas de nuevo, llegaron ocasiones para ambos equipos, ninguna excesivamente clara hasta que un córner botado por Nadinhabsolutinha fue rematado de tacón por Lamine el Chaval. La rectificación final de Lunin para sacar el balón de su portería tuvo la extraña habilidad de tapar con su cuerpo todos los ángulos de cámara posibles para certificar si había sido gol. Lástima de tecnología de gol. Lástima de cámara cenital. Y en caso de duda… ya se sabe: sigan, sigan. Nada nuevo bajo el sol. El Barça crecía ofensivamente de la mano de Lamine el Chaval y poco después el semiadolescente siguió volviendo loco, como haría a lo largo y ancho de la noche, a Caraminga. El leve agarrón del francés no fue suficiente para que se pitase penalty. ¿Si hubiese sido en el otro área? Cero pruebas, pero cero dudas.
Al descanso, había mostrado el conjunto blaugrana suficientes argumentos para hacer daño a un rival que dosificada sus esfuerzos sabedor de que el empate le valía. Se recompusieron los azulgrana con las entradas de Pedri sustituyendo al lesionado De Jong y de Fermín para dar más movilidad al ataque. Un Fermín que volvió a aprovechar sus minutos. Tal vez su calidad no es suficiente para ser titular en todo un Barça pero su alegría y desparpajo le permitieron llegar continuamente con peligro al área rival. En una de esas incursiones, y con Yashine mutando de nuevo a Nikiforov, aprovechó un rechace muerto de Lunin dentro del área para poner por delante a su equipo.
Quedaban apenas 20 minutos para el final y la liga volvía a tener un escenario insospechado. Pero ese Barça de la solidez defensiva, el que no había encajado un gol en los últimos 6 partidos de liga se olvidaba de que entre sus filas estaba Joao Cancelo. Nuevo error esperpéntico de marcaje del portugués que perdía la vigilancia a su espalda y dejaba entrar a Lupas Vázquez hasta la cocina. Está bien que el gallego sea un jugador muy limitado pero es que cualquier jugador de Primera División sería capaz de aprovechar jugadas como esa. Bueno, no. Dugarry nunca fue capaz. Eterno Christophe.
El empate devolvió a los azulgrana a su realidad. La liga hacía tiempo que tenía dueño. Buscando un último gol a la desesperada, Ficticius tuvo la sentencia en sus manos, ridiculizando por velocidad a un Pedri que hace tiempo que no está ni para los amistosos. El brasileño chocó con el pecho de Ter Stegen dándole unos minutos extra de vida a los azulgrana que apelaron a un do de pecho final. Todo lo contrario. Lo que llegó fue el toque de corneta final del Madrid. Brahim rompió por el carril central antes de abrir para un desatado Lupas Vázquez cuyo centro llegó a Bellingham para que el inglés sentenciase el partido y la liga. Nadie se acordaba ya del último gol de Jude. Y en un día donde todo le sonreía al Madrid, incluida la pericia de Soto Grado, fue un buen momento para reaparecer.
Se confirma el previsible nadaplete azulgrana y toca empezar a planificar la próxima temporada. Previsiblemente sin Xavi. Si la federación holandesa apuesta por él tras la Eurocopa, en sustitución nuevamente de Koeman, sería la culminación de la transformación del de Tarrasa en el nuevo Van Gaaal: ha ganado una liga que nadie recordará, con un juego más que discreto pero al menos dejará un buen puñado de chavales encaminados para dar alegrías en el futuro al primer equipo.