Por una vez el Trofeo Joan Gamper tenía utilidad: avisar a navegantes que el Mónaco era un equipo más que digno y que intimidaba físicamente. Apenas había pasado un mes de aquella derrota así que los de Flick saltaban al mini Estadi Luis II sabiendo lo que se iban a encontrar, pese a que los locales habían perdido sus últimos siete partidos como locales en Xempions.
Se le sumaba, en este debut en Europa, la habitual ristra de lesiones azulgrana en esta época del año. Que además no se reparte equitativamente por diferentes posiciones sino que tiende a concentrarse en lugares específicos. Esta vez le tocó al centro del campo, la base de operaciones del equipo.
Y ante la falta de efectivos, Xansi optó por la opción menos mala a priori: Eric García. No dio mucho tiempo a saber el alcance del experimento. Solo 10 minutos en los que confirmó que no sabe recibir de espaldas y que la primera Terstegenada –vendrían más- le mandaría al matadero. El alemán le complicó la vida con un pase absurdo y sin ninguna necesidad que acabó en falta y roja directa para el de Martorell.
Mazazo. Y con el Barça groggy, el Mónaco que hasta ese momento se había mostrado cauteloso y agazapado, aprovechó el momento para lanzar su ofensiva. Encabezado por sus chavales Ben Seghir y Akliouche, el extremo francés hacía dos recortes y sacaba un latigazo al primer palo de TerStatuen. Ni se movió el alemán. Cosas que pasan cuando sabes que no tienes la más mínima competencia. Y es que, salvo que mate a alguien y le metan en la cárcel, volverá a ser titular el próximo domingo. Aunque en el caso de Marc André tal vez podría pedir salir temporalmente el día de partido y volvería a lucir el dorsal 1.
Un jugador menos. Marcador en contra. Avalancha rival. Embolocabezabolo rematando cualquier objeto que circulase por el área. El partido apuntaba a hacerse muy, pero que muy largo, para los azulgrana. Hasta que apareció ese rayo de esperanza, no solo para el partido sino para la temporada e incluso para el futuro del club. Lamine El Chaval, el genio de la Masía se vistió de Juan Palomo: se guisó la jugada y se comió a Salisu para batir con un disparo seco al guardameta suizo del Mónaco. De paraíso fiscal a paraíso fiscal. Algunos sí que saben.
El mazazo lo sintieron ahora los monegascos. De ver un partido fácil, acaso recordando el desplome que sufrió el Barça ante el PSG tras quedarse en inferioridad, pasaron a temer por el resultado. El partido volvió a igualarse, sumando Tersteganadas y Emboladas a partes iguales con las que se llegó al descanso. Vivos los Xansi. Que era lo importante.
En la reanudación, los locales continuaban sin dar la sensación de tener ventaja numérica y las ocasiones se iban repartiendo. TerStatuen sacaba una buena mano para compensar ligeramente su flagrante error inicial y Lamine El Chaval seguía amagando con una nueva genialidad. Pero no encontró la menor ayuda en sus compañeros de ataque. Raphinha volvía al modo Nadinhabsolutinha y Lewandowski confirmaba que su viejazo le da aún para la competición domestica pero en cuanto vienen cuestas fuertes, se queda cual Mikel Landa de la vida. A veces, el fútbol es tan básico como tener un tío que pare y otro que meta goles. Y el Barça no tiene ni una cosa ni la otra.
Quien más quien menos firmaba ya el empate. Pero un balón perdido en el medio del campo sirvió a Vanderson para lanzar a Tokamelakena que exhibió facultades físicas para dejar atrás a Iñigo Martinez y soltar un trallón al muñeco que tocó en la gárgola alemana antes de entrar en la portería.
Y ahí ya nadie apostaba por una reacción azulgrana. Ni siquiera Xansi. Menos aún cuando llegaron los cambios a última hora y se vieron que eran dignos del Gamper. Más chavalería debutando –no había otra cosa– y dando descanso a titularísimos como si el técnico alemán ya estuviera pensando en la liga. Un penalty a favor del Mónaco, anulado a instancias del VAR, pareció regalarle unos minutos de vida extra que solo sirvieron para ver el regreso de Ansu Fati vestido de azulgrana. Presencia que no pasó de ser testimonial tocando apenas dos balones y ser partícipe de la primera derrota de la temporada, condicionada por la pifia de TerStatuen.