Es sabido que la plantilla del Barça es muy pero muy corta. Y más aún con la plaga de lesiones que asola al equipo. Se hacía pues evidente que, antes o después, había que rotar para que los pocos primeros espadas que quedan en el equipo lleguen con algo de aire al tramo decisivo de la temporada. ¿Se pudo rotar contra el Getafe en casa? Sí ¿Se podría rotar contra los Jóvenes Chicos suizos también en casa en la próxima jornada de Xempions? También. Pero Xansi, que algo de crédito se ha ganado en estas primeras jornadas, decidió que lo haría en uno de los peores campos que afrontar como visitante. Acaso una manera de testear quien vale y quien no para futuros compromisos. La respuesta fue… NINGUNO.
Porque saltó un simulacro de Barça B al Sadar con una alineación que parecía más propia de un partido de vuelta de Copa contra un rival de inferior categoría: mayoría de jugadores del segundo equipo, reforzados por algún jugador del primero y un par de lastres de la plantilla, de esos a los que hay que darles minutos, para intentar que algún ojeador despistado pique y se los lleve en el mercado de invierno. Estos últimos, encarnados en las tristes figuras de Eric García y Yerrán Torres, no se los lleva ni el hombre del saco.
Osasuna aprovechó la cortesía para saltar al 120% y arrasar física, táctica y anímicamente a su rival. Bryan Zaragoza fue la peor pesadilla culé. Como el año pasado con el Granada, firmó la que sin duda será su mejor actuación de la temporada. La del año pasado le valió un cheque en blanco del Bayern. Tras la de este, se rumorea que el Chelsea quiere que sea el jugador número 53 de su plantilla. Disfrazado de Yago Aspas, primero asistió desde la banda a Budimir para que éste fusilase desde cerca a Iñaki Dando Pena. Y después, aprovechó un pase largo de Pablo Ibáñez, para regatear futbolsalicamente al ¿portero? azulgrana y marcar a puerta vacía. La falta previa sobre Pau Victor fue ignorada por el árbitro y por el VAR. Nada nuevo en lo que parece una tendencia esta temporada.
Media hora de monólogo rojillo con un Barça absolutamente desarbolado y sin ningún atisbo de reacción. Pudo ser superior el castigo cuando Pablo Ibáñez no acertó con una volea que no pudo colocar entre los tres palos. Porque ese es el único requisito para marcar cuando hay un Iñaki Siguedando Pena bajo palos.
Tras el descanso, se esperaba la reacción de Flick en forma de cambios. Pero estos no llegaron porque el alemán siguió con su plan. Y sin sustituciones, el equipo apuntó una ligera mejoría, aprovechando el lógico bajón físico de Osasuna. Sergio Herrera dio la de cal y la de arena con un gran paradón a disparo de Lewandowski para acto seguido cometer una doble pifia que sirvió para que Pau Victor, con chut de canario, convirtiese en su primer gol con los mayores. Otro atacante más a la lista de aquellos que, vistiendo de azulgrana, al menos marcaron un gol. El legado de Dugarry sigue y seguirá inmaculado. Eterno Christophe.
Minutos de zozobra locales y un Barça que se creció al verse con tiempo suficiente para incluso pensar en la remontada. Las entradas de Lamine El Chaval y Raphinha parecían dar optimismo en ese sentido. Y hasta Yerrán Torres tuvo la oportunidad de redimirse con el gol del empate tras una buena acción individual. Pero el efecto Titanic (todos sabíamos cómo iba a terminar la película) se cebó con él y la Sardina de Foios no aprovechó su momento. Y Osasuna poco a poco empezó a recuperarse. Fue capaz de, primero, de parar las acometidas rivales y, segundo (Francia) aprovechar los regalos de la chavalería culé. EL de Sergi Dominguez, superado todo el partido, fue arrollar cual cabestro en San Fermín a Budimir dentro del área. El croata firmó el tercero desde el punto de penalty.
Salvó Iñaki el cuarto con su única parada del partido (acaso de los últimos tres partidos) poco antes de que Abel Bretones lo firmase tras soltar un zurriagazo desde su casa. Suerte que Macarraul García ya se ha retirado porque, a buen seguro, él habría firmado la manita en un día tan de cara para los navarros.
Se empeñó Lamine El Chaval en mantener con vida a su equipo con un golazo para seguir acrecentando su inminente leyenda. No sirvió de nada porque Yerrán volvió a estrellarse con el palo de su inutilidad, en lo que podía haber sido el 4-3 con aún cinco minutos de descuento por delante. Es el único pero en el haber de Flick hasta el momento: darle minutos a uno de los mayores fraudes futbolísticos del siglo XXI. Cada minuto que juegue Yerrán será un metro cavado en la fosa de un Hansi que ayer sufrió su primera derrota en liga. Segunda de la temporada. Y la sensación de que no hay plantilla para pensar en disputar las dos competiciones más importantes.