Lo volvió a hacer Flick. En la semana donde su equipo debía demostrar si ya estaba preparado para volver a la élite, saltó al Bernabéu sin complejos. Con su idea clara. Sin temor a la velocidad de la triple M (MeFlippé y Mandela&Monguer) volvió a plantar la línea defensiva tan al límite como fuera posible. Y su plan funcionó.
Pero arriesgar tanto conlleva sustos.
Principalmente en forma de balones largos a la espalda de la defensa que darían lugar a mano a mano frente al portero. Y así fue durante los primeros 25 minutos en los que el Mierdas desplegó su físico y velocidad -que no su fútbol- para meter el miedo en el cuerpo a los culés. El que va ser El Peor Balón de Oro de la Historia seguía con su merma mental, más pendiente de los rivales y de agitar al público que de jugar al fútbol. Y fallando ocasiones con remates dignos de Drenthe. Meflippé por su parte sí llegó a marcar. Pero solo para ver poco después como el VAR señalaba su posición adelantada. En tiempos pretéritos, sin tecnología, ese gol habría supuesto el 1-0 sin que las protestas hubieran cambiado nada. Se puede seguir robando, pero menos.
Pasado el chaparrón inicial, las Flickswageneta siguió a lo suyo. Con su motor diesel. Sin dar un balón por perdido, con las líneas muy juntas y llegando cada vez con más peligro a la portería madridista. Pocas ocasiones pero suficientes para llegar al descanso con la sensación de que sí, el Mierdas había llevado más peligro, pero algo estaba empezando a cambiar en el partido. Y cambió. Vaya si cambió. Flick dio entrada a DecepJong por un alborotado Fermín y la pausa del holandés terminó de asentar por completo a los azulgrana.
Y a los 10 minutos se vieron los frutos. Casado se sacó una asistencia en profundidad para Robert -el gol llama a su puerta- y lo dejó a solo frente a Lunin. Viejowski ni siquiera necesitó encarar o regatear: bastó un tremendo disparo desde la frontal ajustado al palo para adelantar a los suyos. Y antes de que el Bernabéu se recuperase del golpe, Balde puso un perfecto centro desde la banda a la cabeza del polaco, que marcó los tiempos en el aire para clavar el balón de nuevo a la base del palo.
0-2 y comenzaba el aroma de goleada. Estaba reciente la remontada blanca frente al Dortmund con este mismo resultado y similar tiempo por delante. Pero sí hay algo que deben aprender los equipos europeos cuando visitan la lata de anchoas es esto: nada de echarse atrás, sino seguir percutiendo.
La entrada de Dani Olmo acabó por sentenciar el partido. Con su lectura del juego entre líneas y su aparición en los espacios libres, dio aún más orden y sentido al juego y los azulgrana se hicieron dueños y señores del balón. Poco faltó para que Viejowski emulara a su compatriota Urban varias décadas atrás marcando un hat-trick. Sendas asistencias de Lamine y Rabinha fueron desaprovechadas por Robert en remates que, a priori, parecían mucho más sencillos que los que sí acabaron el gol. Jan seguirá siendo el único polaco con un triplete en el Bernabeu.
El Madrid por su parte seguía en caída libre. Visibilizada sobre todo en la figura de MeFlipe quien, a ratos, se ponía la camiseta de Dugarry con disparos de jilguero y a ratos, la de Morata cayendo una y otra vez en fuera de juego cuál alevín frente a una defensa adelantada. Volvió a marcar, sí, en fuera de juego. Tal vez para recordarnos que, en tiempos pretéritos, una mala decisión arbitral hubiera permitido a su equipo volver a entrar en el partido.
Antes de que eso ocurriera, el ataque azulgrana decidió cerrar el choque: entrada de Rabinha de fuera hacía dentro y pase a Lamine para que el Chaval fusilase a Lunin con la derecha. La mala, se le supone. Un tal Lionel Andrés Messi comenzó sus desgarres anales blancos (26 goles y 14 asistencias) a los 19 años. Este ha empezado ya con 17. Promete.
Y faltaba por unirse a la fiesta el tercer hombre del tridente azulgrana. No había estado especialmente acertado Rabinha, aunque su actitud siempre está fuera de toda duda. Y le fue recompensada. Balón koemaniano en largo de Iñigo Martinez para que Raphael Dias Parera ridiculizase a Cafucas Vazquez en carrera y batiese con un toque sutil al guardameta ucraniano. Fue con vaselina, claro. Que ya estaba haciendo falta.
La sombra de la manita planeó en la Lujosa Lata de Anchoas. Pero, como el miércoles frente al Bayern, nuevamente faltó algo de colmillo. Acaso pecados de juventud de una plantilla tan imberbe. Por si acaso, el trencilla de turno apenas alargó dos minutos, no fuera a ser que apareciese un Jeffren de la vida buscando su momento de gloria.
En apenas 3 meses se han destruido todos los fantasmas azulgranas de golpe. Ni plantilla corta. Ni falta de fichajes. Ni lesiones. Ni inercia perdedora del equipo en Europa y en los clásicos durante varios años. No hay excusas. No “estamos en formación”. No “lo hemos hablado”. No “es lo que hay”. Algunos lo achacan al importante cambio de Sergi Tormento por Olmo. Puede ser. Otros creen que Flick es el auténtico exorcista.