Viento en popa para la Flickswageneta. Partido que, pese a ser un derby, parecía que iba a ser un trámite y lo fue… en la primera parte. Desde el pitido inicial atacaron los azulgrana con tres avisos previos antes del centro de clase mundial con el exterior del pie por parte de Lamine El Chaval. La séptima asistencia de El Chaval en lo que va de liga la aprovechó Olmo trazando un desmarque, colándose entre los centrales y golpeando de manera seca para abrir el marcador.
Apenas diez minutos después llegó el “Momento Casadó”. Además de los poquísimos errores que comete y que siempre hace lo que procede, también se saca de la manga magníficas asistencias. Como la del Bernabeú. Solo que en esta ocasión fue para Rabinha que con un toque sutil batía por encima a Joan García. Incomprensible lo del brasileño. Nadie lo vio venir. Se hace difícil recordar una evolución similar en apenas una temporada.
El ataque del Espanyol, por su parte, parecía una mala copia de la de sus hermanos mayores. Y volvía a caer una y otra vez en la misma trampa: el fuera de juego milimétrico de los de Flick. Y así, mientras Jofre celebraba su gol cual MeFlipé bailongo, el VAR le recordaba que calza un 43 y no un 37. Porque si alguno piensa que es fácil tirar el fuera de juego como lo tira el Barça de Flick, basta recordar como lo había tirado el Espanyol en los dos goles recibidos.
Sin tiempo para la pausa, llegaba el segundo de Golmo, tercero de su equipo. Robo en la presión de Rabinha y Baldé y chutazo de Dani al fondo de las mallas. Si las lesiones le respetan puede ser el fichaje de la temporada. Costando tres veces menos que discapacitados mentales (futbolísticamente hablando) como Chutinho o el Lerdo. Ni hablar de lo que significa el Upgrade de pasar de un delantero fallón como Yerrán a un jugador que lee el fútbol como un crack.
El Barça, en modo apisonador, se veía ya con un 3-0 en 30 minutos. “Y aún faltan los de Viejowski”, pensaban algunos. Pero no llegaron. Porque el polaco se había tomado el día libre y no hubo ni rastro de ese Robert que deslumbró en el Mierdabeu. Y libre también se tomó el equipo la segunda parte. Los cambios de Flick, quitando a Olmo y a Casado de golpe, no le sentaron nada bien al equipo que bajó el ritmo de forma alarmante. Jornada de Champions entre semana, visita a la Real… las excusas estaban servidas y estaba claro que el equipo no iba a buscar otros tres goles más.
Quien sí los buscó fue el Espanyol ayudado por la desidia local. Primero, con un gol de Tejero, también anulado por un fuera de juego que no le habrían pitado a Van Gogh (la oreja estaba en posición adelantada). Y después con un segundo gol, este sí válido, por medio de Puado para recortar distancias de forma merecida. Pese a los fueras de juego, cada disparo entre los tres palos de los visitantes terminaba dentro de la red. Iñaki volvía a dar Pena.
Con media hora por delante, el equipo le vio ligeramente las orejas al lobo. Sin volver al ritmo de la primera parte, trató de calmar el juego ofreciendo una tregua a los pericos. Y recordando al chiste del cliente que agarraba a su dentista por los bajos -“No nos vamos a hacer daño, ¿verdad?”- el Espanyol dejó de crear peligro y el Barça contemporizó. Una segunda parte funcionarial que dejaba una lectura clara: esta forma de jugar exige intensidad absoluta y si se baja la misma, todo se va al lugar favorito de Fernando Fernán Gomez. Porque en apenas 12 jornadas, Flick ha acostumbrado a la culerada a tener su mismo nivel de exigencia. Y ya no se espera menos.