Sigue la caída sin frenos de la Flickswageneta en este final de año. Compitiendo mano a mano con los descalabros de Pek en el Shitty, llegó la tercera derrota consecutiva en casa, algo que no se recuerda en la historia moderna del club. Pero así como en las que se produjeron frente al LagoNess y Las Palmas, achacables a cierta desidia y falta de actitud del equipo, nada hubo para reprocharle en la noche de hoy. Si había dudas de como respondería el equipo en una gran cita sin Lamine, éstas se despejaron. Porque como en todos los partidos señalados de la temporada, el despliegue del equipo fue formidable. Y cumplió con los mínimos que hay que pedirle siempre: competir de tú a tú con los grandes. Porque no solo compitió, sino que mereció holgadamente la victoria.
Con Fermín y Gavi como novedades y con Pedri sentando cátedra durante todo el partido –ya no se apaga su estrella a los 40 minutos- se recuperaba lo visto en otros partidos de máxima exigencia. Presión asfixiante para que al rival no le durase nada el balón. Algo con lo que el Patético tampoco es que se sintiera especialmente incómodo en un ejercido de cholismo puro cuyo equipo firmaba el empate desde que subió al autobús en Madrid.
Pero al gran partido colectivo del Barça, le empezaba a pasar factura su falta de calidad arriba. Su monólogo ofensivo no encontraba el gol, y la ausencia de la clarividencia de Lamine se hacía notar, especialmente en el último pase. Viejowski, por su parte, continuaba en modo Post-Qatar 2022. Tuvo que ser Pedri, omnipresente, el que buscando un pase en profundidad a Gavi, aprovechase el pase genial / churricontrol de éste para cruzar el balón suelto en el área al segundo palo, poniendo la merecida ventaja en el marcador.
Con buenas sensaciones, llegaba el descanso. Pero con la sensación de que habría que rematar el trabajo en la segunda parte, ya que enfrente había un equipo rocoso al que un 1-0 en contra no iba a desarmar. Y siguió la segunda parte por los mismos derroteros. Con algo menos de intensidad, lógica por el desgaste, el Barça seguía proponiendo y el Pateti destruyendo. De nada valieron los 26 disparos a puerta, 7 de ellos entre los tres palos que se encontraron casi siempre con un soberbio Oblak.
Hasta que llegó una de las pocas incursiones rojiblancas en ataque. Se mezclaron varios ingredientes: balón suelto en el área, huecos en la defensa, De Paul en modo centrocampista llegador, Iñaki de Pena en la portería… el resultado. Empataba el Pateti. Se hace difícil culpar al portero azulgrana ante el gran disparo del argentino, pero en la otra portería estaba Oblak y la duda razonable de que el esloveno quizá sí la habría parado. Si al Cholo le valía el empate desde el pitido inicial, ver el marcador igualado tras ir perdiendo era su particular hemorragia de placer. No volvieron a pisar el área contraria. O casi.
Y si el resultado era injusto a todas luces, el final fue una puñalada trapera. Acaso una alegoría de aquella jugada del Cholo clavándole un taco de hierro en el muslo a Julen Guerrero. El Barça, decidido y convencido de ir a por el partido, asediaba por todos los medios disponibles –que no eran muchos, pues ya había salido Fallón– a un Patético atrincherado en su área. Y, aunque ya había avisado Flick el día anterior de los goles postreros del rival –“lo habíamos hablado”, diría Xavi– descuidó su defensa. Una salida fulgurante de los colchoneros en el último minuto del descuento acabó con un centro de Molina para que Sorloth sentenciase de la manera más cruel.
Salvando las distancias, recordó a aquel gol de Torres en la fatídica semifinal contra el Chelsea de 2012. ¿Injusto? ¿Mala suerte? 13 visitas le ha costado al Cholo ganar al Barça como visitante y no podía ser de otra forma. Probablemente un partido como el de hoy se pierda 1 de cada 100 veces. Hoy salió cruz, pero la cara del equipo frente al Bayern, Mierdas, Dortmund y hoy mismo, da algo de esperanza. Aunque sea poquita.